Uno de los indicadores principales que los gurús del turbocapitalismo y los amantes de la macroeconomía utilizan más a menudo como índice de desarrollo económico es el empleo. Se ignora –más a menudo que no– cómo se hacen estas estadísticas y qué entendemos por empleo en términos de la calidad de vida de los trabajadores.
En su libro Campo de guerra Sergio González Rodríguez nos dice que la mano de obra mexicana se ha convertido en la más barata del mundo. Indicadores realizados por organismos internacionales como el Global Rights Index elaborado por la International Trade Union Confederation o el Better Life Index de la OCDE muestran que México es uno de los países con peores condiciones laborales en todo el orbe.
No sólo las grandes políticas laborales y económicas de los países subyugados por las doctrinas del capital más feroces son culpables de esto. A pesar de que el neoliberalismo se presenta como un pensamiento hegemónico carente de una ideología concreta (a diferencia de otros regímenes totalitarias que promovían dogmas puntuales y censuraban mediante la fuerza a los disidentes), las ideas que promueve, el estilo de vida al que invita, los individuos a los que da lugar tienen un perfil claro. En el mundo de los libros, por ejemplo, el imperio de la rentabilidad ha reducido hasta los límites de los inaudible la circulación de obras literarias de hondo calado.
El mercado censura a través de sus rapaces prácticas comerciales. No es necesario que una autoridad suprima los focos de la disidencia, este “trabajo sucio” lo hacen las grandes corporaciones.
¿Cómo vivir una vida alterna a esta forma de neoesclavitud mental y corporal? ¿Cómo no ser parte de la dictadura de la hora nalga, el yugo de los pagos diferidos, el miasma publicitario con su declarada guerra a la intimidad, el culto de la imagen prefabricada, la vida deshabitada? Escritos para desocupados (Sur+, 2013) de la ensayista y narradora mexicana Vivian Abenshushan nos invita a establecer focos de resistencia a partir del establecimiento de una filosofía de vida personal cimentada en el pensamiento libre y original. Invita al lector –a partir de numerosos ejemplos y, sobre todo, de una escritura fresca e irreverente, que descubre a partir de la trasgresión de la palabra las posibilidades de un pensamiento no alineado– a luchar por su derecho al goce, al ocio, al tiempo libre.
En El discurso fúnebre de Pericles, uno de los textos más bellos acerca de los valores paradigmáticos de la democracia, Tucídides refuerza la importancia de los espacios libres de propósito cuando dice “hemos procurado numerosos descansos para el espíritu, ya que tenemos certámenes y fiestas anuales, así como hermosas casas particulares cuyo goce diario ahuyenta los pesares”. Escritos para desocupados es una ventana de escape para todos los que se sientan incómodos, insatisfechos, ansiosos; para todas las que sientan que la vida se les escapa de entre las manos en un péndulo interminable que oscila entre el trabajo mal remunerado y el consumo de pequeñas recompensas banales y pasajeras. Una ventana que fundamenta en la irredenta vocación de configurar una voz humana y en la vida armoniosa en comunidad las posibilidades de una existencia distinta.
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(DIEGO RABASA / @drabasa)