Créanme que no es común. Es más, apenas recuerdo algún otra experiencia parecida.
Por eso, arranco este texto diciendo que el domingo fue un buen día y que vale la pena presumirlo: más de medio millar de personas nos reunimos en el Ángel de la Independencia para decir –por fin- “basta de violencia contra los periodistas”. Y salieron otro tanto en casi 20 ciudades más. Todo un triunfo.
Reunidos bajo el lema “Prensa, no disparen”, presentamos algunas demandas que no deberían sonar complicadas:
- Que el presidente Enrique Peña Nieto garantice la libertad de expresión en México.
- Que la Procuraduría General de la República y un juez federal atraigan el caso del asesinato del reportero veracruzano Gregorio Jiménez.
- Que el procurador Jesús Murillo Karam y el fiscal para las agresiones a periodistas comparezcan y expliquen en qué van las investigaciones sobre los asesinatos de trabajadores de medios de comunicación.
- Y que el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, reestructure la fiscalía estatal para las agresiones a periodistas.
En resumen: garantías mínimas para el ejercicio de la profesión.
El tema, espero coincidan, es urgente: 31 periodistas asesinados desde 2010. Menos del 10 por ciento de los casos, resueltos. Sumemos que, en 10 años, han desaparecido 18 periodistas más.
Y cada muerte, cada desaparición afecta –primero que nada- a las familias de los propios periodistas y a sus medios. Pero además, son un golpe al derecho a la información y a la libertad de expresión de cada persona.
Por eso la importancia de tomar la calle.
Pero este festejo no me impide ponerle “peros” a lo ocurrido el domingo.
Primero, el silencio oficial. Nada se ha dicho sobre las demandas y nada ha pasado sobre las investigaciones. ¿Es muy pronto para exigir respuesta? ¿Qué tenemos que esperar?
Después, tendríamos que reclamar que la manifestación contó con un buen número de periodistas, pero que quizá suena a pocos, porque debe haber más de cinco mil periodistas en el DF y otro tanto de experiodistas, ahora metidos a consultores o jefes de prensa.
Faltaron muchos.
Y qué decir de la ausencia de dueños y directivos de medios, de columnistas y de conductores de radio y televisión. Vi muy pocos. Su fama y su peso servirían de mucho para empujar estas demandas. ¿Dónde andaban?
Nada se publicó sobre la manifestación en la mayoría de las portadas de los diarios del lunes. Eso ya es un mensaje en sí mismo.
Y a esto, habría que sumarle dos hechos, ocurridos el sábado y el domingo, que nos refrendan que las demandas planteadas en el mitin son urgentes.
Uno: el sábado en la noche, el reportero Felipe Madrigal fue detenido por policías municipales de Orizaba, Veracruz, mientras cubría una manifestación de comerciantes.
Madrigal fue duramente golpeado y estuvo secuestrado durante 17 horas. Hoy está delicado de salud.
Dos: el periódico Noroeste recibió amenazas por reportear la detención de Joaquín “el Chapo” Guzmán, lo que ocurre frecuentemente cuando medios de estados como Sinaloa tratan de hacer periodismo sobre este tema.
Crimen organizado y autoridades municipales, estatales y federales siguen siendo la amenaza principal contra el ejercicio periodístico. Por eso las demandas y por eso la urgencia.
Me quedo, de todos modos, convencido de que el domingo fue un buen día: salimos a la calle para decir “basta a la violencia contra periodistas”.
Espero que en la próxima, logremos no sólo sacar a más periodistas, sino sumar a los lectores, a los radioescuchas, que también son directamente afectados –o por lo menos eso creo- de esta violencia.
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