Selfies

En el Reino Unido existe una extraña tradición navideña. Cada 24 de diciembre la Reina envía un mensaje por televisión a los hogares británicos con el tono protocolario y anacrónico propio de su investidura. De unos años para acá los ingleses crearon un mensaje navideño alternativo en el que le dan voz a alguna figura que por una u otra razón se encuentra o bien en el foco de la polémica o bien fuera de los márgenes de los intereses occidentales. Este año la oportunidad le fue concedida a Edward Snowden que, entre otras cosas, advirtió un futuro en el que la privacidad era un concepto simple y sencillamente imposible de conseguir. Hace unos meses el pensador norteamericano David Rieff explicó en un artículo publicado en el New York Times su azoro ante la indignación mundial por los flagrantes casos de espionaje de las agencias norteamericanas incluso en el territorio de sus “aliados”. El espionaje, explicaba Rieff, ha sido uno de los bastiones sobre los que descansa la seguridad nacional de todos los países desde comienzos del siglo XX y prácticamente todos los países del mundo, en la medida de sus posibilidades tecnológicas, incurren en él. Y en cuanto a la intromisión en la vida privada de los ciudadanos, bueno, dice Rieff que ahí las lamentaciones son incluso más estériles porque somos nosotros los que voluntariamente nos sometemos a este régimen de “transparencia” mediante la utilización de teléfonos inteligentes, redes sociales, etcétera. Paradójicamente la era de las redes sociales, en la que no hay secreto que se resista a un hacker principiante, está también marcada por un individuo obsesionado consigo mismo. Existe ya incluso el término para denominar la compulsión por propagar nuestra propia imagen: los “selfies”: fotografías en las redes sociales en las que el foco principal -o bien la única imagen- es una representación de nosotros mismos. En el mismo diario en el que Rieff expuso sus polémicas ideas, el actor, escritor y director de cine James Franco (capaz de dirigir una versión cinematográfica de Mientras agonizo de William Faulkner o estelarizar la comedia de pastelazo This Is The End), publicó una apología sobre las “selfies” argumentando que era una herramienta tecnológica ideal para compartir con el mundo quiénes somos. Cierto es que los autorretratos han sido una figura fundamental en la historia del arte pero dudo mucho que cuando Van Gogh, Goya o Ruebens se pintaban a sí mismos lo hacían buscando likes en sus semejantes. La realidad de nuestro entorno tiene completamente rebasada la capacidad de actuar de los ciudadanos. Estamos atenazados entre el temor, la rabia y la indignación presenciando una verdadera catástrofe humana que le asegurará un lugar en la historia de la infamia a nuestro país. Pero de forma paralela hay una crisis que nos compete y que nos incumbe: la manera en la que miramos el mundo, la forma en la que orientamos nuestras vidas, la concepción que tenemos del otro, de la otra. El individualismo extremo, la insaciable ambición de tener cada vez más dinero, el último gadget tecnológico, la foto más original en el sitio más excéntrico, son elementos que contribuyen a que la violencia sea el éter que propaga la luz de nuestro tiempo.

(DIEGO RABASA / @drabasa)