Como todo en la vida, hay #taxistas que se tienen en muy alta estima y creen (o parecen creer) que son una especie de servicio de limusinas bicolor, que su navecita es un lujoso vehículo que el pasajero aborda con la intención de disfrutar un rato de urbano placer y no porque yo, la neurótica usuaria, sufre: “¡coñoooo! ¡ya se me hizo tardeeee!”
El señor #taxista de tan garbo servicio -con el que por mala fortuna podemos toparnos-, no tiene prisa, porque su labor no es esa, sino alargaaaar al máximo posible la experiencia (y el cobro).
En pos del bienestar y placer del pasajero, taxista ofrecerá los siguientes servicios, sin previo aviso, claro -el cargo extra se reflejará en el taximetro, para su comodidad-.
1) Ruta panorámica. Si el pasajero se atolondra lo suficiente por su acelere personal, #taxista puede aprovechar la ocasión para servirle con una “ruta alterna” llena de vueltas, embotellamientos y -si es posible- pérdidas (“ah no era esta la calle ‘señito’, disculpe, me distraje, pero verá que orita llegamos bien rápido”)
2) Paso de carreta. Dícese de aquel en donde #taxista va pegado a un camión de carga (que -obvio-, lleva sobrecarga) y no avanza con la velocidad anhelada ni mucho menos, paso de tortuga o como dicen, “paso a pasito”
3) Paso de monje. Ya ven que #dicen que los monjes caminan sobre agua, entre piedras, se abren paso entre tigres, etc… así mismo #taxista, que se mete por las calles más empedradas, empinadas y saturadas que puede encontrar.
4) Estilo “somos compas”, y por eso, puede usted pasajero ilustre, acompañarme a cargar gasolina, esperar a que compre agua en la tiendita (algunos gentiles hasta preguntan “¿no quiere algo?”) o atender el momento de las viandas, cuando otro compa (desconocido) le entrega el lunch o cualquier tipo de chuchuluco alimenticio.
el 5) es el mejor: ir a paso de bus, pero con la comodidad del auto particular. Ese es in-fa-li-ble: #taxista, haciendo uso de sus más finas habilidades choferiles, se ‘pega’ a un autobús de transporte público, y de ahí pa’l real: nada ni nadie logrará que cambie de carril. Si esto se combina con el coleccionista de altos (una afición muy popular entre taxistas), ya se imaginará el resultado.
Así que no se llame a engaño si cree que abordar un #taxi y decirle “tengo prisa” garantiza el respeto alguno a su estrés. Cuando la vida se complica y angustiada veo cómo el señor taxista decide ir calmo como una tarde de verano, siempre recuerdo aquella ilustración de la caricaturista Maitena: “oiga, si quisiera ir a ritmo de autobús, habría tomado uno…” Algún día me atreveré a decirlo.