Slim en las favelas, por @DiegoEOsorno

Un organismo de la cámara patronal hizo un estudio económico sobre las favelas de Río de Janeiro y demostró que dentro de estas también había clases sociales. Las favelas del sur, cercanas a la zona turística, eran más ricas que las del centro. En La Providencia, 439 dólares es el ingreso per cápita; en otras como Babilonia, cerca de la animada zona de Copacabana, 630 dólares. Acá los vendedores Embratel (empresa propiedad de Carlos Slim) comparten territorio con vendedores de ollas exprés en chanclas, que van cuesta arriba, entre multifamiliares y casitas a las que con la llegada de la policía pacificadora, les brotan antenas de recepción. En la casa 275, Ana Paula Barbams me cuenta que no tiene celular ni internet, pero sí cable Embratel. En ese momento está viendo el canal 60, una película hollywoodense a las cuatro de la tarde. Primero pagaba 39.90 reales y a los tres meses la tarifa subió a 50 reales. “Siempre hacen eso”, me dice. Sobre la Rúa Uruguai hago el siguiente censo husmeando por las ventanas o puertas abiertas: en el número 275 una señora está viendo tele de Embratel, en el 269, una mujer se asoma y parece que tiene la tele encendida (antena de Sky) mientras hace otra cosa, quizá planchar; en el 265 está un templo “Assamblea de Deus”, un edificio de tres pisos pintado de verde limón donde no hay ninguna antena de Sky ni de Embratel. Perros callejeros, motos, jóvenes sin camisa avanzan sobre la Rúa Uruguai. También hay un altar en honor de San Jorge, el santo carioca, el que mataba dragones, el que justo debido a ello, El Vaticano decidió marginar de su santoral. Pero Roma está lejos y ese San Jorge como quiera sigue aquí por todos lados. Sobre la Rúa Uruguai, el número 151 es una casa en ruinas frente a la que un grupo de albañiles con trajes azules deja escombros que escarban de caminos sinuosos tapados; el 165- es Hotfruit &Mercearia, una tienda de abarrotes donde un niño improvisa como vehículo de transporte una caja de madera usada para empacar fruta y que su mamá arrastra para pasearlo. De repente aparece un gato blanco y callejero llamado Papel por los vecinos porque era muy delgado cuando llegó.

 Otro sitio que visité para ver los nuevos territorios en los que Slim consigue clientes fue la favela Babilonia. Subo en Mototaxi que me cobra dos reales. Babilonia es un complejo social donde hay una cancha de futbol y voleibol recién construidas. En la asociaciao -una especie de junta vecinal- hay un anuncio de SKY-VIP. Camino allá, puestos de comida y oficios: un taller mecánico, un soldador, enderazadores de coches estropeados, el taller de unas costureras tristes. Veo a una chica con un chile tatuado en el hombro. Ana Beatriz: atleta del futuro. Beatriz tiene unas manos muy grandes, el uniforme tiene el patrocinio de Embratel. Cerca está otra favela llamada Chapeú Mangueira (Sombrero de árbol). Tras mi arribo veo pasar un camión de Budweiser rojo con la leyenda: “Grandes tiempos están por llegar”. La rúa se llama Ari Barroso, en honor de un narrador de fútbol. Una vendedora de hot-dogs que trabaja en Chapeu me cuenta que todavía no siente que esté cambiando la economía en el barrio, pese a la ocupación de la policía pacificadora y la llegada de las compañías Embratel y Sky. “Lo mejor es que no hay narco y que los niños ya no tienen armas, pero sigue habiendo tráfico”.

Voy al hogar de Edson Vander, una casa de dos cuartos, con sala, cocina y baño que renta por 700 dólares al mes en la favela de Vidigal. Me cuenta que él antes no tenía ni Sky ni Embratel, sino Gatonet, como le dicen por aquí a las conexiones ilegales que prevalecían antes. Desde que la policía llegó a la zona, aparecen cada semana empleados de Sky y Embratel ofreciendo una promoción especial para la favela. A Edson ya lo fastidiaron, aunque tiene contratado el servicio de la empresa de Carlos Slim. Gracias a ello, antes de que platicáramos, veía consternado en su televisor la noticia de que Idi Amin, el último gorila macho en cautiverio de América del Sur había muerto a los 38 años en el zoológico de Belo Horizonte, a causa de una insuficiencia renal. “Pobre Idi Amin”, se lamentaba Edson junto al televisor.

(DIEGO ENRIQUE OSORNO)