Vive en un tercer piso. Cada tarde, Carmen asciende a su apartamento con paso tambaleante. Un recorrido por campo traviesa: pisa los bordes de la estrecha construcción metálica que años atrás fue escalera y abre la zancada para evitar los peldaños ya vencidos o sin soporte. Al pie de la puerta del hogar, toma a su hija del brazo y ambas enfilan con habilidad de equilibrista por una tabla de 50 centímetros de ancho y dos metros de largo que le hace de puente entre su pequeño apartamento y el del vecino que se desplomó hace exactamente medio año. ¿Cómo sabe que su vivienda no se desmoronará al igual que la aledaña? No lo sabe. Fervientemente supone. Con voz trémula y casi sin aliento tras el salto al vacío realizado para adentrarse a su cuarto -o para ser exactos su vivienda- explica: ‘aquí el techo es de lámina y casi no cae agua de este lado’. Voltea hacia la virgen de Guadalupe que reina sobre el hogar y vuelve a asegurar con los dedos en forma de cruz: ‘no se derrumbará’. Se protegen de las goteras con plásticos azules y, es cierto, no existe un techo de concreto o de cemento que las pueda aplastar. En el peor de los casos -no lo quiera su Virgen de Guadalupe ni la Santa Muerte que lleva tatuada, inmensa, en su hombro derecho- su casa es la que se vendría abajo sobre el vecino del piso 2. Ella, su niña y su marido han habitado este viejo edificio de la calle Nicaragua en el primer cuadro de la Ciudad desde hace más de dos décadas. Su hogar consiste en una litera, una mesa atestada de ropa y pilas de cajas que hablan de una mudanza siempre inconclusa. Son apenas una decena de vecinos en la antigua construcción colonial. Varios departamentos han sido abandonados conforme se iban cayendo a cachos. La Delegación les puso sobre aviso de los riesgos de permanecer en sus tambaleantes hogares, pero no hay argumento que valga cuando se carece de dinero para pagar una renta de más de 500 pesos. Las lluvias son el mayor peligro para estos edificios viejos y víctimas del abandono que significó el régimen de rentas congeladas en el Centro Histórico de la Ciudad. Habitarlos es deporte extremo y síntoma de la enorme necesidad de quienes residen con la muerte a cuestas cada día. Un temblor, un chubasco, un paso en falso y el resultado sería fatal para 640 edificios de la ciudad de México catalogados por el gobierno como de riesgo 1. La delegación Cuauhtémoc tiene ubicados 237 en la demarcación, pero aún así no son desalojados. La Dirección de Protección Civil capitalina explica que no hacen las evacuaciones pues Derechos Humanos podría intervenir en contra de la acción gubernamental y porque ‘en muchas otras situaciones es más una negligencia del ciudadano el no atender las recomendaciones que se le dan’. Cada que se registra un sismo las cámaras de monitoreo de la ciudad de México saben exactamente hacia qué puntos voltear. Los edificios de riesgo 1, por ejemplo, dónde con oraciones se libra la tragedia. Cuando tiembla o llueve fuerte, yo pienso en Carmen y en su hija de habilidades circenses. También recuerdo las palabras del arquitecto Javier Villalobos, Director Territorial del Centro Histórico: ‘Se van a invertir 240 millones de pesos en la rehabilitación de la calle 16 de Septiembre, ¿por qué no hacerlo en vez en lo que sí es prioritario? Ahí vive gente’. Y sí son varios edificios, miles de personas. Pero alguien… no sabe priorizar.
(CAROLINA ROCHA MENOCAL / @carolina_rocha_)