En Semana Santa, lluvia de imágenes nada reconfortantes para el alma de los mortales.
Se trata de la familia del director de esa institución, David Korenfeld, que con todo y equipaje (y quizá hasta el perro y la nana) unos instantes después abordará ese vehículo oficial para trasladarse al aeropuerto internacional de la Ciudad de México (y librarse del tráfico que debemos sortear los mortales).
Más tarde, cuando la instantánea captada por varios vecinos mortales ha incendiado las redes sociales, Korenfeld dirá que utilizó el helicóptero para hacer un viaje con fines médicos porque tiene lastimadas la cadera y una rodilla. Después se sabrá que el domingo 29 de marzo, día en el que la fotografía fue tomada, la familia tenía una reservación para llegar esa tarde a Arrabelle Vail, una de las villas de esqui más grandes del mundo (un sitio improbable para personas con lesiones en las rodillas).
En otra imagen aparece el presidente nacional del PRI, César Camacho. Viste traje y corbata y en una de las manos se aprecia un reloj imponente, uno de varios que forman parte de toda una colección. Uno de ellos, se ha sabido, tiene un valor de dos millones de pesos.
Una imagen más muestra a políticos del muy austero Partido de la Revolución Democrática, entre ellos un gobernador, trasladándose a un evento político en cinco helicópteros.
Las imágenes han provocado un alud de indignación.
“¿Entenderá el Presidente que cuando deja en su puesto a un funcionario cuestionado el que pierde es él?”, preguntó el columnista Mario Campos.
Un periodista me contó que el presidente Peña dijo ante varios reporteros que la casa de siete millones de dólares donde vive con su familia no representa un conflicto de interés porque la construyó antes de llegar a la Presidencia y no vio nada de inapropiado en recurrir a un conocido, un contratista de su gobierno en el Estado de México y en el Gobierno Federal que ha ganado obras millonarias, para que le ayudara a construirse esa propiedad.
Nos falta conocer y entender a nuestra inteligente clase política. Si comprendiéramos la lógica del poder, no nos asustarían todas estas cosas. ¿Por qué no recurrir a un contratista si es posible? ¿Por qué no viajar en un helicóptero en vez de trasladarte en tu auto? ¿Por qué no comprarte un reloj en lugar de una casa?
Viajamos en Metro, no somos amigos de un contratista ni tenemos helicópteros a la puerta de la casa.
No entendemos nada. No somos políticos.
Somos mortales.