“Sus prioridades no son las mías”, por @DMorenoChavez

Todavía tengo grabada en la memoria ese domingo cuando llegamos a casa y encontramos todo revuelto. Nos habían robado.

Se llevaron una computadora, algunos juguetes de mis hijas (¡de veras!), dos o tres cosas más y peor todavía, absolutamente todos mis discos. Todos.

No es que tuviera una gran colección (bueno, no estaba nada mal), pero eran míos. Y seguro terminaron revendidos en algún tianguis por dos pesos.

Tardé semanas en recuperarme. ¿Dónde iba a conseguir esos discos de blues que atesoraba? Pero esas semanas contrastaron con los minutos que tardamos en decidir que no valía la pena denunciar. ¿Para qué?

¿Qué tanto tendremos metido en la piel que de nada sirve denunciar un delito?

¿Y qué tanto nos ha demostrado nuestras autoridades que, en efecto, de nada sirve denunciar?

Los números aplastan y confirman: el gobierno federal ofreció, al arranque del sexenio, un diagnóstico según el cual sólo se denuncian el 8 por ciento de los delitos y de éstos, sólo el 15 por ciento son resueltos.

El INEGI, en su Encuesta sobre Victimización, dice que tiene datos parecidos: en 2011 se cometieron 20 millones de delitos y más del 91 por ciento se quedaron sin denunciar. ¿La razón? Dos terceras partes dijeron que no sirve para nada, que las autoridades no sirven, que la corrupción…

Lo cierto es que encuestas van y vienen (delitos se cometen a diario) y el tema de las cifra negra no se mueve.

Lo que realmente asusta es que ni las autoridades ni el poder legislativo parecen (pre) ocupadas por esto.

¿Dónde está la reforma al sistema de justicia? ¿Cuándo tendremos herramientas para creer que de algo sirve denunciar?

Por el contrario, la impunidad sigue siendo la marca de nuestro sistema y, peor aún, en las últimas semanas la “nota” más publicada es que los que nos vendieron como grandes delincuentes salieron libres por cualquier triquiñuela de sus abogados, que encontraron –para variar- un hueco en la ley.

¿Qué esperar de ese ladrón que se metió a mi casa a robarse unos discos?

Quizá, vaya terrible paradoja, mi única esperanza es que, si de casualidad lo atrapan (sería un milagro), no tenga dinero para conseguir un abogado listo y pase años tras las rejas.

Que me hagan justicia a partir de una injusticia.

Porque a la impunidad que marca nuestros sistema de justicia, por supuesto se suma el dinero: cuánto tienes, cuántas posibilidades tienes de salir de libre.

La urgencia de esta reforma le queda clara a los ciudadanos, porque hay víctimas en una tercera parte de los hogares de este país. Falta que le quede claro a una clase política, hoy ocupada en reformas políticas (que se resumen en una oposición queriendo acotar el poder del que gobierna), y las reformas económicas, que nos venden como el salto al primer mundo, así, igualito que lo escuchamos en 1994 con el Tratado de Libre Comercio, y antes con la bonanza petrolera.

Una vida cotidiana en paz, a salvo del delito o, al menos, con la garantía de que el delincuente será perseguido, parece una vana ilusión para esa clase política.

Nos toca insistir.

(DANIEL MORENO CHÁVEZ)