Celu me dictó esta #Crónica, estimados lectores: “Hola, me subí a un taxi para ir a la escuela y miren lo que me encontré: ¡un taxi que tiene internet para sus teléfonos! Y aparte, para los niños ¡va a poner una tableta!, para que jueguen. (El taxista) es muy amable. Espero que les haya gustado, esta es la #crónica del día”.
Mi hija está tan emocionada, que hasta cuida la tarjeta de presentación que pidió al final del viaje, cuando #taxista se cobró a la china 20% extra de lo marcado en el taxímetro. “Le voy a cobrar tarifa de sitio”, me dijo al darme el cambio.
Que el taxista haya “abusado un poquito” en el cobro fue muy adecuado para Celu, porque “tiene que juntar para el iPad, así que quizá está bien que abuse un poquito”.
Tres días después, cuando nos tocó otro taxista abusón, siguió con lo mismo: “Que el otro taxista haya abusado está bien, ¿no? Porque necesita para comprar el iPad”.
¿Por qué le interesa tanto la pantalla que #taxista planea instalar en el respaldo del copiloto? Porque ¡muere! por gozar de un taxi con WiFi y Ipad incluido, “¡ni Uber!”, dice. Como si no tuviera ambas cosas en su casa… claro, sólo las puede usar un rato los fines de semana.
Cuando abordamos el taxi con internet, vi en la puerta del pasajero un viejo encendedor de auto con dos entradas de USB. “¡Qué ingenioso!”. Orgulloso, taxista me contó que él mismo había hecho la instalación, porque en el taller le habían dicho que no se podía, “cosa de jalar unos cables y listo”. Así, el estimado pasajero puede cargar la batería de sus dispositivos. “Siempre me pedían carga, pues ya mejor ahí se las puse”.
También hay acceso a internet: “Es que soy bien abusado”. ¿Y por qué sus colegas no hacen lo mismo?, igual pueden pagar un plan de datos y compartir internet desde su teléfono. “No quieren. Yo les digo y no quieren. YO SOY EL ÚNICO QUE OFRECE WI-FI, desde hace siete años” (por cierto, me corrige: way-fay y no wi-fii como digo yo en correcto español). No sé si sea el único, pero al menos es el primero que me toca con internet a bordo.
Además de poner el ay-pad, planea ingresar a Uber. ¿Y dejará este taxi? “Noooo, para nada, ¡con los dos!”. Y mientras me pregunto si también será abusado para dividirse, explica “es que USTEDES están yéndose para allá”. ¿Quiénes son “ustedes”? Ustedes los que usan Uber o Cabify, los de las “buenas dejadas” (de al menos 50 pesos).
Nosotros, los que nos neurotizamos si no tenemos carga o Wi-Fi para ver qué pasa en la pantalla, como si la vida nos dependiera de eso, los que empeñamos la vida al trabajo, ese trabajo que regularmente queda lejos de casa y nos deja tiempo para conectarnos y “adelantar” tareas… que nunca acaban.
Taxista sabe de eso, porque hasta hace siete años era administrador en una empresa, y empeñaba su vida en “trabajar para otros”, hasta que le dio un infarto y perdió la chamba, porque no debía estresarse. Quién sabe qué enfermedades nos depare el futuro con la histérica dependencia a las pantallas móviles, así que mientras pueda –y con todo y mi propia adicción-, seguiré manteniendo a Celu alejada de las tabletas, al menos hasta que todos los taxis se pongan abusados e instalen una.