Todos estamos bien, por @monocordio

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Aunque nuestra democracia sea una caricatura de democracia y cada autoridad e institución a nuestro alrededor tenga la solidez de un castillo de naipes, da gusto saber que quienes habitamos este país nos sentimos satisfechos con nosotros mismos.

 Está satisfecho el que votó, por supuesto, porque siente que cumplió con su compromiso ciudadano, a pesar de no existir candidatos ni propuestas ideales, ni mayores motivaciones para ir a las urnas, y porque sabe que hay un escenario peor en el que el ciudadano no tiene ni siquiera la opción de hacer como que sale a votar, un escenario que no conocieron muchos de los que ahora ven a nuestra incipiente democracia con desdén.

Está contento el que no votó porque está convencido de que votar es perder el tiempo y legitimar un sistema podrido y decadente. Eso –además– no le ha quitado las ganas de opinar y criticar porque desde su aguda óptica el que no haya votado no hace menos importante su opinión sobre las elecciones.

El que anuló no solo se siente satisfecho, sino que además siente una especie de orgullo y superioridad moral por ser capaz de ver más allá de lo evidente y entender lo que todos los demás, inocentes e insensibles, no hemos entendido. El que anuló no solo se siente satisfecho, siente que es parte de una revolución, que es un caudillo del pensamiento libre, y por eso ha desarrollado toda una argumentación con bases estadísticas para garantizar su paz espiritual. El que anuló no solo tiene la certeza de que sacudió al sistema, sabe también (y lo puede demostrar de manera científica) que su “no voto” NO contribuyó a que el PRI, el Partido Verde y el Panal tengan una mayoría capaz de desarticular “constitucionalmente” cualquier intento de vida democrática. “Haiga sido como haiga sido” ellos no tuvieron la culpa.

El tipo encapuchado que quemó urnas y salió con palos y piedras a madrear gente siente que cumplió con su trabajo a cabalidad y que se ganó su lana, y también siente que dentro de todo la Patria algún día lo reconocerá como un héroe, como un transformador de su tiempo y no como un vándalo.

El Mapache profesional que compró votos, armó carruseles y ratones locos, embarazó urnas y pidió fotos de las boletas para comprobar el voto por el partido acordado siente que hizo su trabajo mejor que nunca. Está seguro de que cumplió con quien tenía que cumplir y que la República, tarde o temprano, sabrá recompensárselo.

Las celebridades de la farándula y del deporte que apoyaron ilegalmente al Partido Verde también se sienten bien. Duermen tranquilas y sienten que cumplieron con congruencia en la búsqueda del billete fácil. Saben que tienen la virtud de estar huecos y de poder adaptarse a cualquier mensaje que se quiera dar a través de sus caras y cuerpos. Ni modo que no aprovecharan ese “don”.

Como ven, aunque en México las cosas siguen de la chingada todos estamos contentos. Eso es lo bueno, que el país se vaya al carajo pero que cada uno de nosotros sepa que tiene razón y que hizo lo correcto. Eso es lo mejor. Eso no tiene precio. Nosotros estamos bien, ya saben, el pedo está en otro lado. Madurez total.

(FERNANDO RIVERA CALDERÓN)