Foto: Mario Gómez

Trabaja en Escritor

Por: Redacción

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Soy escritor, pues sí, pienso en forma de palabra escrita la mayor parte del día

Me llamo Gabriel Rodríguez Liceaga y soy escritor. Cuando estaba más chavo me daba pena decirlo así nomás: “soy escritor”. Lo más bonito de la irremediable pérdida de la juventud es que por fin puedes tomarte ya en serio. Soy escritor, pues sí, pienso en forma de palabra escrita la mayor parte del día. Me di a conocer con un blog llamado “No estoy borracho” (de ahí el mote NEB), mismo que borré irreflexiblemente un día.

En esa página sin intermediarios ni editores ni censuras publiqué mis primeros textos de juventud. Eran tiempos emocionantes. No estudié cosa alguna, pero tomé taller de Creación Literaria con Eusebio Ruvalcaba por muchos años. El método Ruvalcaba implicaba tu propia gloria y vertiginoso descenso.

Antes había muchas revistas y suplementos literarios impresos, cuando publicabas tus relatos en al menos nueve de ellos ya tenías un libro listo y con la “aprobación” de nueve consejos editoriales distintos. Publiqué un libro de cuentos en Tierra Adentro y me trajeron paseando y presentándolo por toda la nación durante un año. Conocí Ciudad Obregón y Poza Rica, entre muchas otras ciudades; pero ojo, las conocí como escritor.

Hay en esto un aprendizaje que me fue inmenso. Crecí. Salieron mi primera y segunda novelas en una editorial que ya no existe. Me gané un par de premios de Literatura, lo que significa que mi chamba les latió a tres personas de diferentes jurados pero también quiere decir que mi semblanza siempre estará ligada a escritoras que admiro como María Luisa Puga o Sor Juana o Agustín Yáñez  (el Arreola aún no cae).

Me tocó ver el mundo cambiar con el siglo. La popularización de internet nos obligó a los creadores a ser nuestros propios agentes, publicistas, mercadólogos, reseñistas y vendedores ambulantes. También nos otorgó la posibilidad mágica de tener una interacción inmediata con quienes nos leen. En este sentido somos un bloque generacional muy privilegiado.

El silencio de las editoriales fue lapidario, entre mis 28 y mis 37 intenté e intenté e intenté que una editorial de las grandes me pelara. Por suerte, siendo aficionado del Cruz Azul presumo de una paciencia de bendito. El año en que inició la pandemia publiqué mi primera novela con Penguin Random House. Esto fue poco menos que un anhelo solidificado.

El próximo año aparecerá mi tercera novela con ellos, la mejor que he escrito hasta ahora, lo digo con humildad. Y mejorará mucho porque aún falta, como un barniz encima de ella, el formidable trabajo de mi editora. Esto me da una tranquilidad que le deseo a cualquier persona que sueña en forma de libro. Soy un hombre feliz, con tristezas hondas repentinas, pero soy mayormente feliz.

Diario doy de beber a mi plantita y alpiste a los pájaros de mi árbol. Amo, veo pelis, escribo pachipedo y corrijo sobrio. A veces pienso que no me causaría gran inconveniente morir de repente porque ya dejé obra. Ahí están mis libros. Yo me regresaré a mi adorada Edad Media y mis párrafos estarán en libreros del siglo 21, ¡maravilloso! Todo este tiempo seguí mi única regla de oro: leer el triple de lo que escribes.

Le agradezco a los Hados haberme puesto en las manos los libros que escribieron Toni Morrison, Flannery O´Connor, Lucía Berlín, Víctor Hugo, Rudyard Kipling, Dino Buzzati y Curzio Malaparte, por poner un par de ejemplos. 

Si llegaste hasta este párrafo quizá te estarás preguntando, “bueno, ¿pero a mí esto qué? En realidad, el objetivo de este texto eres precisamente tú: gracias por haber leído mi blog o compartido un tuit que redacté, gracias por haber leído mi tercera novela y gracias por haber ido a mi presentación en Poza Rica; gracias por escribirme comentando lo que opinas de mi chamba y en general, gracias por leerme y permitirme seguir siendo un escritor mexicano entre siglos. Si todo sale bien este año fundaré una editorial. Avancemos. Hay que llegar sabios a la vejez. 

Releo lo escrito y pareciera una despedida. Nada más alejado de eso. Como siempre digo: siete libros más y ahí nos vemos.