A Jon Mikel y Ana María, por su boda.
Dice el Secretario de Seguridad Pública de Michoacán, que el sobrino del líder de los Templarios, confesó dedicarse al tráfico de órganos de secuestrados a los que trasladaban a casas previamente rentadas, donde existía “un equipo y médicos para extraer sus órganos y posteriormente venderlos”.
Suena gacho, ¿eh? De estos ojetes, se puede esperar cualquier cosa, ¿no?
Pues no. ¿Es posible? Sí. Pero es altamente improbable. Primero: los delincuentes lo harían únicamente por beneficio económico (no son almas caritativas, pues) lo que elimina del esquema, las córneas, huesos y tejidos por falta de rentabilidad, dejándonos únicamente: el corazón, riñones, pulmones e hígado, lo que lo haría muy complejo.
Después, habría que encontrar sujetos sin diabetes o sin hipertensión no controladas, sin que hayan tenido hepatitis B, C, ni cirrosis, sin VIH, sin problemas de sangrado, sin anemias, sin enfermedades infecciosas, sin complicaciones de riñón, sin problemas respiratorios, sin dependencias a drogas o sin uso de medicamentos controlados y sin relaciones sexuales de riesgo en los últimos cinco años. Ahí, eliminamos ya, al grueso de la población mexicana y de migrantes.
Por si eso fuera poco y supusiéramos que los narcos tuvieran acceso a localizar individuos que cumplieran con todos los anteriores requisitos, habría después que lograr que el donante, secuestrado, permaneciese vivo, anestesiado en una unidad de terapia intensiva con al menos, un par de médicos intensivistas, anestesiólogos, medicamento sumamente controlado y monitoreado, además de contar con equipos médicos de alta especialidad como respiradores artificiales, distribuidores de oxígeno, máquinas de anestesia, monitores cardiacos y personal de enfermería de alta capacitación (muy escaso), que no se podría montar en una “casa rentada” sin llamar la atención de vecinos y sin contar con instalaciones eléctricas especiales y un largo etcétera.
¿Qué el donador estaría muerto? Okey. Tendría que estar en un ambiente controlado, donde se le pudieran mantener sus parámetros vitales (presión arterial, temperatura, frecuencia cardiaca, nivel de orina, etc.) por medio de monitoreo continuo y de la administración de medicamentos para que el corazón siguiera latiendo y los órganos no entraran en proceso de “muerte” y quedaran inservibles. Y si todo lo anterior no fuese prácticamente imposible, después habría que realizar una prueba de crosscheck o de compatibilidad entre el donante y el receptor, que no se puede realizar salvo en laboratorios especializados.
Sépase, que retirar un órgano de estos, no lo hace cualquier carnicero. Se requiere, para que el órgano sirva después, de las manos más entrenadas y más calificadas para poder hacerlo (pocos especialistas así en todo México). Y de nuevo, se requerirían de quirófanos muy bien montados con todo el equipo e infraestructura (menos del 10% de todos los hospitales del país los tienen), con un grupo interdisciplinario de médicos muy amplio: internistas, anestesiólogos, cirujanos de trasplante, cirujanos cardiotorácicos, urólogos, nefrólogos, oftalmólogos, neurólogos, asistentes de quirófano, además de enfermeras, camilleros y personal de limpieza.
Por último, habría que involucrar después, al centro nacional de trasplantes, al equipo que traslada los órganos a los receptores en helicópteros o ambulancias, a los que lo reciben, al enorme grupo de médicos especialistas que lo van a injertar y cumplir con un sinfín de requisitos que más bien me hacen preguntarme: ¿porqué carambas el gobierno de Michoacán está jugando a la conspiración con este mito urbano?
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