odo conductor que visite alguna zona de parquímetros aprende la lección por la buena o por la mala. Si a uno se le pasa aunque sea “por un minutito” el tiempo que ampara el ticket que dejó en el auto estacionado ahí, cuando llegue por el vehículo casi seguramente éste tendrá una llanta atrapada en la araña metálica que inmoviliza el coche hasta que la multa sea pagada.
Advertidos del rigor con que se aplica esa política, los automovilistas ponen alarmas en sus celulares o no dejan de mirar el reloj con tal de no pasarse del tiempo de vía pública que contrataron como estacionamiento. Uno aprende que así es la cosa y punto. Y por lo demás no está mal, incluso sirve como lección de civismo: si cumples, nadie te molesta; si incumples, te cae la sanción. El problema es cuando la cosa no es pareja.
Voy a hablar de lo que acontece en algunas calles con parquímetros de Polanco, dado que en este caso es lo que me consta.
Ya expuse alguna vez en estas páginas que considero a los parquímetros una solución imperfecta pero bastante adelantada dentro de lo que cabe. ¿Pero qué pasa cuando algunos burlan con descaro la nueva norma estacionándose donde es indebido pero que no forma parte del espacio balizado? Nada. Tal cual nada.
Hay seis imágenes acompañando estas líneas. En esas fotografías, realizadas en diferentes fechas, diversas calles y con un teléfono celular, queda claramente ilustrado cómo mediante eso que algunos llaman ingenio mexicano algunos le dan la vuelta a la norma: se estacionan donde pueden, donde no está balizado como espacio de parquímetro, sin que autoridad alguna los moleste.
Eso que se ve en las imágenes ocurre en Polanco cualquier día sobre todo a la hora de la comida y al atardecer. Son decenas de vehículos que se apostan en esquinas, cuchillas y cruces peatonales para evadir el pago del parquímetro. Algunos dejan a un chofer a bordo del vehiculo indebidamente estacionado, otros ni eso.
En esas cuadras de Polanco durante la semana los franeleros prácticamente desaparecieron con la llegada de los parquímetros. Pero no contábamos con la astucia de dueños de vehículos, casi siempre de alto valor y modelo reciente, que se apropian de espacios fuera de los espacios balizados de los parquímetros.
Alguien podría creer que esto es un tema menor. No lo es porque muestra cómo funcionan las cosas en nuestro país, en nuestra ciudad y en la delegación de Víctor Hugo Romo, quien se ha presentado como supuesto defensor de los peatones.
Es lo mismo con los impuestos: aquellos a quienes no les queda más remedio, cumplirán con lo que ordena la ley. Bajo amenaza –en este caso– de ver su coche inmovilizado, algunos pagarán el tiempo que necesiten para estacionarse. Y si se pasan un minuto, literal, no podrán ni quejarse de la penalización. En cambio, sin prisa ni rubor alguno como poner las intermitentes, autos son dejados en zonas peatonales o en plena vía pública durante muchos minutos o incluso horas.Sin pago ni penalización.
Todo esto ocurre por una simple razón: los parquímetros son para los sonsos que tienen que cumplir; los otros, los abusivos, tienen en la policía de tránsito y en autoridades como el delegado Romo a funcionarios que no se preocuparán por hacerles cumplir la ley. El colmo es que a Romo hace meses se le ocurrió la puntada de declarar que en Miguel Hidalgo el peatón era “el rey”. Parafraseando aquel refrán de ofrecer no emprobrece, dar es lo que aniquila, se puede decir que fue fácil para el delegado hacer pintar las calles con “peatoncitos”. Como si con eso se cambiara una cultura vial. Lo difícil es hacer cumplir la ley y que esas zonas sean, en efecto, para los peatones, no para automovilistas que las usan de estacionamiento.
Como luego dicen que uno solo critica y no propone nada, aquí va mi sugerencia en este tema. Si es tal la incapacidad (¿o será pura falta de voluntad?) para hacer respetar esos espacios peatonales, mejor que esas zonas sean cedidas a los parquímetros. Si al fin y al cabo los peatones tendrán que sortear esos obstáculos, que al menos la colonia gane algo al imponer tarifa en espacios de los que la autoridad delegacional y la policía simplemente se desentienden. ¿Se animarán las autoridades a hacer algo? Veremos.