La Semana Santa puede ser un martirio. Y no lo digo en términos religiosos, que ahí cada quien cree en lo que necesita. Los días que corren pueden ser una pesadilla porque las playas se vuelven hervidero de ombligos, las carreteras están atestadas, las terminales son un ajetreo de ya-perdí-al-niño-no-encuentro-al-abuelo-me-robaron-la-maleta-quiero-una-torta, los aeropuertos están en ebullición a pesar de historias de copilotos deprimidos o de turbulencias masivas. No nos hagamos, salir de vacaciones en Semana Santa es la versión postmoderna del viacrucis que fue. Por lo tanto, ahí les van tres recomendaciones para sobrevivir estos días.
Primero, no le diga a nadie y quédese en casa. Los que vivimos en lugares sobrepoblados como la Ciudad de México sabemos que no hay mayor placer que ver salir a las hordas rumbo a destinos variopintos. Por unos días, esta ciudad en esplendor primaveral se vuelve habitable. Puedes andar en bici sin que te atropellen a diestra y siniestra; puedes apreciar las jacarandas en flor (sí, ya están); puedes ser un simple ciudadano de los de antes: los que caminaban y disfrutaban del paisaje urbano. No es cosa menor, así que mande a todos de vacaciones y quédese acá.
Segundo, vea buena televisión. Es un lugar común decir que hoy se está produciendo muy buena televisión, pero es un lugar común cierto. Yo me acabo de recetar completa una espléndida serie danesa que se llama Borgen, una especie de encuentro entre House of Cards y las excentricidades nórdicas de una Primer Ministro, sus intrigas, los medios, la familia. Ah, y mucho #MejorEnBici, que las costumbres son otras. Hoy, hay variada y buena tele, de esa que alimenta el espíritu. Así que, láncense.
Tercero, lea unos buenos libros. Y no, no como medicina de campaña culposa de “lea 20 minutos diarios coma frutas y verduras”. No, lea unos buenos libros que lo atrapen y lo dejen sin aliento. Los otros, los pesados, los que no entendió, los que le dieron flojera… guárdelos lejos. Yo acabo de terminar tres que me hicieron tantito más feliz: Ánima, de Wajdi Mouawad (un durísimo retrato de la sociedad actual y sus perversiones, todo desde la mirada de animales y bichos diversos);Hombres sin Mujeres, del mejor Haruki Murakami (con unos relatos excelsos, como Kino y Sherezade); y espero ansiosa el nuevo libro de Umberto Eco, Número Cero, que deberá caer en estos días por mi Kindle.
Un pilón: si todo lo anterior le provoca un sopor atroz, entonces sólo ponga música, mire el horizonte, coma algo que le alegre el alma y abrace un árbol. Porque eso sí, todos necesitamos desconectarnos un rato.