El lunes a medio día los locutores de varias estaciones de radio estaban escandalizados por la protesta de los taxistas contra el servicio de taxis privados, Uber, que paralizaba el tráfico en varios puntos de la ciudad, notablemente en Santa Fe.
Un locutor ofrecía consejo a los taxistas y les decía que no debían atraer una mala disposición de los automovilistas contra ellos; otro, recomendaba que la mejor manera de competir contra los coches de Uber era mejorar el servicio ofreciendo, incluso, carta de no antecedentes penales (o chicles) a los pasajeros. Un tercero opinaba que la protesta era contraproducentes, pues el que no sabía nada de Uber, ahora se había enterado. En todo caso, los taxistas debían retirar los bloqueos.
Entró al aire un directivo de Uber. El locutor preguntó si la empresa que representaba era competencia desleal a los taxis que tienen que pagar placas y someterse a otros procesos de verificación y control. El directivo sólo dijo: “El sol sale para todos”.
Mientras, los usuarios estaban felices con la cruzada de la compañía contra los taxistas: un viaje gratis, oferta válida hasta las nueve de la noche.
Las redes sociales burbujeaban con argumentos a favor de Uber. El servicio es cómodo, rápido, eficiente y no es más que un contrato privado entre los particulares. Los taxis de la calle son incómodos, sucios, y los choferes groseros y abusivos.
Circulaban argumentos de libre mercado extremos: que mejor no se regule a nadie. Habría que quitar las trabas para todos y dejar que los particulares compitan.
Esta sugerencia de la desregulación total, de hecho, se muerde la cola porque regresa a la pregunta de por qué los taxis están regulados en primera instancia en la mayoría de las ciudades del mundo.
Hace poco, Andrés Lajous argumentaba en una columna de Milenio que los taxis se regulan para evitar los abusos, por ejemplo, de un cobro excesivo, incluso de un mal servicio, o de un chofer incompetente. Uber podría verse en esta lógica incluso como un servicio pirata, aunque más elegante que los taxis pantera.
Uber ofrece un buen servicio que la gente está dispuesta a pagar, aunque las tarifas sean mayores. Nadie se queja de eso. Sin embargo, la compañía sí que ha sido abusiva en la compilación y distribución de datos personales, como lo mostró un post de uno de sus programadores en 2012, que enseñaba la enorme cantidad de datos personales a disposición de la empresa. También, la empresa ha amenazado investigar los datos personales de los periodistas que publican notas sobre ella.
En una decena de ciudades Uber ha sido sancionado o prohibido por cometer abusos varios, desde la violación de una pasajera (Nueva Dheli) hasta la operación de vehículos sin las licencias de manejos correspondientes (Sao Paulo).
En la ciudad de México, el jefe de gobierno ofreció una regulación para este tipo de servicios, y como en muchísimas cosas del país, lo más seguro es que terminaremos con una simulación y un servicio de taxis para las clases medias, uno para ricos, y un Estado arrinconado.