En las últimas semanas miles de mexicanos han expresado su malestar con la corrupción y con el abuso de las autoridades. En respuesta, el gobierno – en sus diferentes componentes – ha respondido con las siguientes noticias:
Luis Videgaray tiene otra casa de Higa. De todos los bancos en México, de todas las constructoras y de todos los agentes de bienes raíces que hay en el país, el ex Secretario de Finanzas del Estado de México decidió adquirir una casa a crédito con una empresa a la que le había pagado contratos durante varios años y a la que le seguiría pagando meses después ya como Secretario de Hacienda del nuevo gobierno.
Higa tiene contratos actualmente por 49 mil millones de pesos, gracias a obras contratadas por el Gobierno Federal y los gobiernos del Estado de México, Puebla y Nuevo León .
Detienen el Sistema Nacional anticorrupción.Casi al final del periodo ordinario de sesiones el PRI en el senado decidió que el sistema que combatiría la corrupción del poder Ejecutivo debería estar encabezado…por el Presidente, en un consejo que tuviera también la presencia de los gobernadores. Hasta ahí llegó la iniciativa.
Días después el PRI, pero ahora en la Cámara de Diputados, decidió frenar los cambios que darían a la Auditoría Superior de la Federación la posibilidad de investigar la manera en que se ejerce el gasto público en tiempo real.
Veintiún – de los 25 miembros del gabinete – poseen en conjunto 102 propiedades. Sólo Enrique Martínez y Martínez, exgobernador de Coahuila, tiene16 terrenos, un edificio y una casa, mientras el Secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete posee 11 propiedades según sus declaraciones patrimoniales..
Y la lista podría seguir. Es evidente que desde el poder no hay la menor intención de cambiar las reglas del juego pues sería darse un balazo en el pie. No es sino a partir de este hecho que la sociedad civil – y los pocos aliados que tenga dentro de la clase política – tiene que operar.
La siguiente escala importante será el proceso electoral del 2015, en el que los electores tendrán poco margen para elegir ante las complicidades de buena parte de la clase política. No obstante, si lo que se quiere es cambiar de raíz valdría la pena pensar en el 2018 cuando los mexicanos volvamos a elegir presidente. Si desde ahora la sociedad no empieza a definir qué quiere y qué tiene que hacer para cambiar las cosas, el destino – al menos hasta el 2024 – será seguir recibiendo día, tras día, una nueva patada desde el poder.