“Vender mierda en lata de oro”, por @diegoeosorno

Un chavo de Monterrey sufre la guerra del narco en su barrio. De repente hasta las canchas llaneras de fútbol se vuelven un lugar peligroso. Un día su amigo El Chaparro es desaparecido de manera forzada. Ante la situación, el chavo de Monterrey decide inscribirse en una policía estatal de reciente creación. Mientras hace lagartijas y se prepara en el cuartel, piensa que el Gobernador de Nuevo León es una persona que oyó su voz y la de todos los demás ciudadanos afectados por la violencia. Con el paso del tiempo viene la calma en la ciudad y el chavo, ya convertido plenamente en policía, decide olvidarse de buscar a su amigo El Chaparro.

Esta es la sinopsis de una trama inverosímil y absurda que fue recreada con una buena manufactura audiovisual por parte de los mercadólogos del gobierno de Nuevo León para justificar una negligencia criminal. Pese a que organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rigths Watch y Global Exchange han lanzado sendas alertas sobre la tragedia que se vive, la Procuraduría de Justicia del Estado ha dado nulos resultados en la búsqueda de cientos de personas que han sido desaparecidas de manera forzada en esta región del noreste de México.

El chavo de Monterrey comienza este spot con una voz en off, diciendo: Acá siempre fue seguro. Se podía salir a cualquier hora. Jugábamos en las canchas hasta tarde. Un día alguien pateó el basurero y todas las cucarachas salieron. Y las cosas se pusieron feas. Es interesante notar cómo el guionista de este anuncio oficial usa metafóricamente las palabras “alguien”, “basurero” y “cucarachas” para tratar de establecer de manera general una deshumanización ante los acontecimientos provocados no espontáneamente sino por la errática estrategia de seguridad del gobierno federal anterior. Justo en estos días están por cumplirse cuatro años de un acontecimiento que exhibe esta narrativa de deshumanización que también ha predominado a lo largo de la actual administración estatal de Nuevo León.

La noche del 19 marzo de 2010, el Ejército y el gobierno estatal informaron que dos zetas habían sido abatidos en el Tec de Monterrey. Todos los medios repitieron la versión oficial sin contrastarla, pero al día siguiente las cosas cambiaron. Los supuestos zetas resultaron ser dos estudiantes ejemplares a cuyos cadáveres los soldados les habían sembrado armas de alto poder. A la distancia, el asesinato de los estudiantes del Tec de Monterrey asombrosamente permanece impune. En ese sentido, la irresponsabilidad gubernamental es congruente y consistente desde el 2010 hasta la fecha. Una muestra de esa decidida voluntad es el final del spot del chavo de Monterrey, cuya voz en off lo acaba así: Fue como si el gobernador escuchara mi voz y la de muchos. Poco a poco las cosas comenzaron a cambiar. Hoy no puedo traer al Chaparro de regreso, pero juntos podemos hacer que la historia no se repita. Entrones, ¡aquí así somos!

Al mismo tiempo que en Coahuila una subprocuraduría especializada emprendía un operativo que con todo y sus tropiezos inició un proceso institucional para esclarecer el destino de cientos personas, en el vecino estado Nuevo León, el gobierno estatal lanzó este spot que pretende justificar la omisión gubernamental de su obligación de buscar a personas privadas ilegalmente de su libertad, además de mandar un mensaje que busca crear un perverso consenso entre la sociedad local para que las madres y padres que se atreven a buscar a sus hijos sean vistas como personas que no quieren mirar “hacia adelante”.

En Nuevo León la publicidad se apropió de la política y la televisión ha sido usada por la administración estatal para solucionar sus problemas y graves inoperancias, pero resulta el colmo lo que ha sucedido en esta ocasión: solo a un Goebbels de pacotilla pudo habérsele ocurrido el guión de este spot tan indolente con la tragedia humanitaria que representan los casos de desaparición forzada en la región.

Para dimensionar este spot habría que mirar a la máxima figura pública del estado: el gobernador Rodrigo Medina es un hombre que carece de vocación y talante político. Llegó al poder a los 37 años de edad, sin tener ninguna experiencia destacada en el ámbito público ni en el mundo empresarial. Tampoco conoció el mundo obrero o social a través de alguna actividad ciudadana. El terreno educativo tampoco es lo suyo: sus compañeros de la Universidad Regiomontana lo recuerdan como uno de los peores estudiantes. El Gobernador de Nuevo León es mercadotecnia pura, esa nueva arte del siglo XXI que consiste en vender mierda en latas de oro.

Un par de amigos que son corresponsales extranjeros vinieron a Monterrey a reportar la ola de violencia que arrasó con la ciudad en los años recientes. Les pasé estudios sociológicos, los llevé a algunos barrios, hablamos con policías y académicos, pero no comprendían qué había sucedido para que una ciudad que era ejemplo a nivel internacional se convirtiera en una provincia colapsada. Luego hicieron una cita con el gobernador y lo entrevistaron. Me dijeron que a los 15 minutos de la conversación con él se habían dado cuenta de por qué todo se había ido al carajo. Nunca les había tocado que el hombre más importante de un estado importante fuera una persona tan insustancial.

El hombre que despacha como Gobernador de Nuevo León es un tipo frívolo que se prestó para que una investidura que influye de manera crítica en la vida de casi cinco millones de personas, fuera utilizada al antojo de un equipo de mercadólogos. Por eso al gobernador lo vimos bailar con gorilas de peluche y ahora lo topamos en pésimos guiones que pretenden justificar la negligencia oficial en un tema tan delicado como el de las desapariciones forzadas. Los mercadólogos que llevaron al poder a Rodrigo Medina, lo llevan al mismo tiempo a la ruina. Quizá él lo sabe y no se inmuta. Aceptó las reglas y de acuerdo con varios priistas de Nuevo León, su padre ha sacado buen provecho económico de la comedia que protagoniza su hijo.

Cuando hablamos de Rodrigo Medina, no estamos hablando de un líder del Estado, sino de un producto. Un producto chatarra que después de su sexenio valdrá muy poco. Por eso sus compañeros priistas en la Ciudad de México decidieron no dejarlo ni opinar en la nominación de quién será su sucesor en 2015. El Gobernador que antes era una broma, a estas alturas se convirtió en un sarcasmo. Le sirve de poco a la maquinaria priista.

¿Y los mercadólogos del ridículo como forma de gobierno? Si su consciencia no los obliga a hacerlo antes, esos mercadólogos algún día tendrán que rendir cuentas también por el spot de El Chaparro y por otras tantas cosas nefastas más que han hecho en estos años dolorosos.

Ellos son los tipos más serios de esta pésima historia escenificada en el noreste de México.

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(Diego Enrique Osorno)