Un vecino le presta a otro un recipiente de vidrio para una fiesta. Al día siguiente el recipiente aparece en la puerta del dueño hecho trizas. Indignado el hombre ultrajado, avanza hacia la puerta del otro para enfrentarlo. Toca la puerta, espeta su reclamo y recibe la siguiente respuesta “Tú no me prestaste ningún jarrón. Si me lo prestaste te lo devolví sin daño alguno. Y si te lo devolví dañado es porque tú así me lo diste en primera instancia”. Esta conocida fábula política sintetiza a la perfección la actitud de nuestros políticos nacionales cuando son interpelados sobre algún asunto de interés público. La actitud “Ni los veo ni los oigo” (Salinas de Gortari dixit) del gobierno de la República, tuvo un sobresalto hace unos días cuando un ciudadano VIP (para nadie es un secreto que en este país no todos los ciudadanos son iguales) obligó al presidente a ver y escuchar un reclamo ciudadano.
Me refiero por supuesto a la misiva enviada por Alfonso Cuarón a Enrique Peña Nieto.
La democracia representativa ha llegado a niveles tan lamentables que los ciudadanos tienen que recurrir a personajes de gran envergadura pública (famosos o, para que nos duela más podemos utilizar la palabra en inglés, celebrities) para poder ejercer cierto nivel de presión sobre el gobierno. Los legisladores, entre cuyas huestes se encuentran pillos consumados en todos los partidos y colores, realizan una tarea de política de la más ínfima ralea en la que se protegen los unos a los otros a sabiendas de que no hay un solo partido político que no tenga una cola de dinosaurio que le pisen.
La sociedad civil se encuentra desarticulada y fracturada en un claro síntoma de la polarización social que vive nuestro país. Queda el turno a estos hombres y mujeres de amplia exposición pública la tarea de exigir respuestas al gobierno acerca de las miles de interrogantes que su accionar nos genera. El problema es que en muchas ocasiones los famosos no tienen herramientas (ni tienen porqué tenerlas) para realizar esta interlocución política de alto nivel. No son pocas las ocasiones en las que estos intentos han terminado en exhibiciones bochornosas de posturas incongruentes, ingenuas o desinformadas por parte de alguna celebridad. En esta ocasión me parece que el gobierno tendría que estar preocupado por la impecable intervención de Alfonso Cuarón. Su carta no tiene un solo dejo de ideología militante. Es pragmática y elocuente. Acepta que la apertura de Petróleos Mexicanos a la inversión privada es casi un hecho y pregunta, entre muchas otras cosas, un asunto central: ¿cómo hará una empresa carcomida por la corrupción sindical, institucional y empresarial para frenar a la industria más potente, corrosiva y voraz que hay en el mundo? Es cierto lo que dice el Presidente, quizá Cuarón no tiene toda la información necesaria para tener una opinión informada al respecto.
Quizá también ésta sea una buena oportunidad para que el gobierno informe con puntualidad y sinceridad al reciente ganador del premio Oscar sobre las consecuencias de la reforma energética y de paso a todos los ciudadanos del país.
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(DIEGO RABASA / @drabasa)