En México hay 237 mil personas en 488 distintas cárceles (según cifras de la Secretaría de Gobernación). 98 mil están en prisión preventiva, lo que implica que no están sentenciados y conviven día a día – en el infierno de las cárceles mexicanas- con quienes ya han sido juzgados. La cifra es contundente: 41% de las personas que están tras las rejas aún esperan ser sentenciadas o salir inocentes.
El asunto va más allá y es de fondo. El sistema penitenciario en México no readapta, las cárceles son un factor que multiplican la violencia, la cárcel es un mundo donde la violencia se recrudece de manera grave y la vida es un infierno. ¿El problema? Las cifras van en alza y parece no importar. Hace 18 años teníamos 86 mil personas tras las rejas. Hoy son más de 242 mil.
Somos una sociedad victima. Una sociedad victimizada con pocas o nada de ganas de ver por aquellos que han agredido, que han presuntamente delinquido en nuestras calles. ¿Es un tema de venganza? ¿Tiene México un sistema de readaptación social basado en la venganza? ¿En una sociedad de víctimas donde su duelo y lamento nos ha cegado para alcanzar el fin de esta pesadilla? Juzgamos y condenamos pero no damos soluciones al problema. Olvidamos.
Somos y seguiremos siendo una sociedad víctima.
Nos victimizamos para entender, justificar y pertenecer, sin realmente comprender el daño que esto nos causa y que nos aleja al objetivo principal: una cultura de paz.
La realidad no se puede ocultar. Hemos dejado escalar la corrupción, la injusticia y la impunidad -sin responsabilizarnos- sin entender ni querer ver las consecuencias que tienen. El prisionero, el desviado social, el delincuente sale y lo queramos o no se reintegra en nuestra sociedad.
Como sociedad y como parte de un acto meramente de instinto buscamos reunirnos con nuestra propia manada para protegernos, discriminando y alejándonos de otras. Una desviación causa una reacción. Creamos costumbres, diálogos, valores, asistimos y le cerramos las puertas a aquellos que no pertenecen a la manada. Discriminamos y no entendemos las consecuencias reales que esta acción tiene en nuestra sociedad.
Cierto, no podemos olvidar que somos víctimas, sin embargo no podemos victimizarnos. Hay que entender la victimización como un mal ya que tiende a generar consecuencias negativas, creando una barrera psicológica que nos imposibilita ver más allá de la venganza. Victimizarnos nos puede llevar como sociedad a un regreso, a constantes conflictos o a un ciclo de venganza en el cual las heridas del pasado y del presente justifiquen la violencia del futuro.
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