En el súper, mientras estábamos formados para hacer los pagos de las compras navideñas, escuché a una señora quejarse de la tan buena suerte de Jesús Valencia, el delegado de Iztapalapa, que estrelló su Jeep blindado 2015 contra una camioneta estacionada a la que acabó volteando y no haya resultado siquiera con un rasguño en la cara.
El nombre de este integrante del PRD, me hizo pensar esa conversación de señoras, debería quedar inmortalizado, quizá en la libreta de Record Guiness, como el político mexicano que más mentiras ha dicho públicamente en un día. Al menos echó cinco cuentos diferentes sobre cómo y por qué se accidentó a pocos metros antes de llegar a su casa.
-El cabrón merecía el hospital- dijo una de las señoras y luego hundió la mirada en el fondo de un carrito metálico haciendo que acomodaba sus víveres.
-Discúlpeme señora –intervine- pero lo mejor de que el hombre no esté tendido en una cama, con sondas en el cuerpo y con atención médica, seguramente de primer nivel que estaría costándole a los iztapalapenses, es que ahora deberá explicar lo que a todas luces parece una riqueza inexplicable.
La mujer que me miró en un inicio con ojos de: “a usted que le importa”, después se justificó diciéndome que no es que fuese una mala persona.
-Pero los ciudadanos que pagan impuestos ya estamos hasta la madre de tipos como el tal Valencia ese- agregó.
Nadie podría negar que la clase política enfrenta en estos momentos la peor crisis de credibilidad de los últimos tiempos. Allí están la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; la “casita” de la familia presidencial en las Lomas, la otra “casita”, la del Secretario de Hacienda federal, financiada por la misma empresa-contratista consentida de Los Pinos; el resurgimiento de las autodefensas en Michoacán, y para colmo de males el caso Valencia, quien ha cobrado fama en el país. Todo esto en los últimos tres meses. (Por desgracia todavía debemos ver que habrá de sumarse).
No es que Valencia como cualquier otro ciudadano esmerado carezcan del derecho a una vida mejor. Pero hay historias que nomás no cuadran. Resulta extraño que aquél niño que trabajó en una zapatería de Iztapalapa para ayudar en los gastos de su casa
hoy se dé vida de virrey: casa en una de las zonas más exclusivas y autos blindados. Vea porque se le digo.
Siendo secretario general del PRD en el DF, hace menos de tres años, en una entrevista Valencia me dijo que tuvo su primer cargo político “digno” con López Obrador, tiempo después de que Manuel Camacho Solís, como dirigente del PCD, acudiera a la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa (UAM) a dar una conferencia, y entonces se le acercara para pedirle colaborar con él.
Ese pasaje después me fue confirmado por Camacho Solís. Recordaría que contestó a su ahora entenado que buscará a Marcelo Ebrard, lo cual no fue difícil porque acababan de pasar las elecciones federales de 2000 y al PCD le había ido tan mal que estaba a punto de perder su registro.
-Yo digo que me dieron el sí pronto a colaborar con ellos porque cuando todo mundo les daba la espalda y buscaban otras alternativas yo me sume y pregunté en qué ayudaba- me contó Valencia.
En las últimas elecciones de Guerrero se decía entre perredistas que Valencia, como operador de Ebrard, entonces jefe de Gobierno del DF, llegaba a la entidad con portafolios llenos de billetes para liquidar compromisos de la campaña del recién depuesto Angel Aguirre.
Pienso en lo que dijo Pepe Mujica, el presidente de Uruguay que maneja un Volkswagen para ir al trabo y que habló con universitarios de Guadalajara: “Los que quieran tener plata que se metan al comercio y paguen impuestos. La política es una profunda devoción, no para llenarse los bolsillos de plata”.
Eso es lo que la gente ya no quiere que pase y lo que en gran medida la ha sacado a protestar en las calles.
Gracias a que el jefe delegacional salió ileso del choque hoy en vez de lamentar su situación, existen diversas investigaciones abiertas en su contra que incluyen peticiones formales, incluso, de compañeros de su propio partido para que se sepa la verdad de cómo está manejando los recursos de la demarcación.
-Nos queda entonces creer que aún hay justicia y que si hizo las cosas mal deberá pagar- dijo le señora que lamentaba que Valencia no hubiese resultado herido antes de pasar a pagar a la caja del súper.