“¿Viste que Carmelita Salinas es candidata?”, me dijo un amigo con una sonrisota del Gato de Cheshire. “Je, sí”, le contesté, y para no caer en el lagrimeo de siempre intentamos soltar buenas razones para votar en las próximas elecciones.
Misión imposible: nuestras mentes se quedaron bobas, extraviadas en la nada, con nuestros encéfalos estériles para engendrar cualquier idea neonata; vamos, ni un cigoto de idea. Para quebrar el silencio se me ocurrió decir: “Lo único que haría valiosas estas elecciones sería que los candidatos independientes tuvieran un volumen de votos fantástico, arrasador. Si no, el mensaje será que los mexicanos estamos dispuestos a seguir sometidos por estos partidos delincuentes”.
Mi amigo sólo levantó una ceja. Mi teoría no lo convenció.
Tras nuestra charla nocturna volví a casa. Abrí mi iPhone y reí al leer un delicadísimo tuit: “Vote por el culo, que también es partido”. Bajo ese lema de campaña se dibujaban dos pulposas nalgas con su raya intermedia, la misma que parte en dos el culo de todos, es decir, la raya que vuelve al culo partido, como bien decía el tuit.
A medianoche, en soledad, no quise desaprovechar la histórica oportunidad que se abría en el horizonte político nacional. Copié el tuit con su nalgona ilustración y, dando crédito al usuario @betatrixv (ignoro si dirige la campaña a favor del culo), decidí tuitear la proselitista imagen con un breve aporte mío que decía: “La campaña más elocuente. La propuesta más honesta”. Será porque era medianoche o porque a la campaña le falta solidez (mas no carnosidad), mi tuit tuvo pobre éxito: 2 retuits y 7 favs.
Pero vino lo interesante. De pronto, me llegó un mensajito telefónico que se tornó en el siguiente diálogo:
-No puedo creer que TÚ hayas compartido eso tan desagradable. QUÉ horrible! ¿Por qué lo hiciste? No te reconozco.
Me fijé en el remitente: el párrafo lo había escrito… Cha ca cha chán: mi propia madre.
-Está comiquísimo, no hay por quién votar-, le expliqué.
-Te hiciste un tremendo autogol -sentenció-. Lo lamento de veras. Eres periodista. Es un desprestigio. Ni modo. Ya está hecho.
-Hace falta humor en el mundo-, escribí.
-Mira la calidad de los moneros de La Jornada -repuso-. Hay bromas de más categoría. Humor “en serio”. Eso es asqueroso.
-Se me hizo chistoso. Pero bueno, sigue leyendo La Jornada-, contraataqué.
Mal hecho: quizá porque herí a su periódico bendito o porque soy un hijo inmoral, o ambas cosas, ya no me contestó. Han pasado 5 días y aún no me habla.
Perdónenme, pero en mi angustia me valdré de esta vía para luchar por el retorno de su amor. Madre santa, si me estás leyendo te pido que pienses bien la siguiente pregunta: ¿si te dan a elegir entre Carmelita Salinas y el culo, por quién votas?
Te quiere, tu hijo.
(ANÍBAL SANTIAGO)