En México, a través de los siglos, han existido distintas formas de leer el futuro. Los mayas cincelaban sus profecías en piedra; en los años setenta y ochenta, pequeños ejércitos de gitanas atraían a los chilangos para leerles el futuro en las calles de la Roma y la Condesa, mientras por décadas la clase política había acuñado sus propios códigos y artificios para elegir por qué caminos andar y a qué candidato apostarle.
Debí haber tenido ocho años cuando en la tapa del periódico La Prensa, donde mi padre fue reportero de policía y espectáculos más de treinta años, miré una horrenda composición fotográfica hecha con fragmentos de los rostros de varios priistas (no es que a esa edad yo fuera muy trucha para saber que lo eran, sino que en la década de los setenta México era un país dominado por un solo partido), con un título que inquiría:
¿Quién es el tapado?
Años más tarde, Fidel Velázquez, líder obrero con maneras de mafioso al que con obsecuencia los priistas llamaban Don Fidel (y cómo no, si por décadas puso millones de votos al servicio del PRI), añadió un elemento a la subcultura del futurismo priista cuando dijo: “El que se mueve, no sale en la foto”.
Fidel Velázquez está muerto y los instrumentos proféticos del partido dinosáurico han evolucionado (aunque usted no lo crea), y como nunca antes el futuro no se adivina en las fotos ni en las casas donde se leen las cartas y el café, sino en los periódicos y, de manera destacada, en las columnas de los diarios, que en este gobierno se han convertido en una suerte de sucursales de DHL: mensajería instantánea al servicio del poder.
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Es tan evidente la intervención de gobierno federal en la prensa, que las notas del día y sobre todo las opiniones de una gigantesca comentocracia no sólo se replican en un ejercicio de singular uniformidad, sino que los columnistas del régimen utilizan incluso las mismas palabras y términos, como si sus pensamientos hubieran sido inoculados por una deidad con poderes supremos.
El sábado pasado, Miguel Ángel Yunes, un expriista de larga trayectoria que hace años se mudó al PAN, donde hoy es candidato al gobierno de Veracruz, debió amanecer con un café amargo: todos los medios publicaban una nota menor que daba cuenta de que el diputado Manuel Espino acusaba a la procuradora general Areli Gómez de encubrirlo, al renunciar a investigar una denuncia interpuesta por él hace tres años contra actos de corrupción del político de los ojos azules y los zapatos Ferragamo.
La Fiscalía para asuntos de corrupción de la PGR investiga a Yunes hace al menos tres años y ha reunido varios expedientes en el intento de acreditar ilícitos y actuar en su contra.
El reloj del sistema político mexicano tiene rasgos característicos y uno de ellos es la oportunidad. Un expediente puede estar almacenado por años hasta que mágicamente un día se desempolva para ejercer la justicia, y da la casualidad que eso ocurre en situaciones convenientes para el régimen.
A menos que los directivos y los editores de prácticamente todos los medios hayan encontrado en las declaraciones de Espino un valor periodístico que yo no alcanzo a ver, las notas contra Yunes no deben ser otra cosa que la línea del régimen trazada en los medios, que súbitamente encuentran oportuno que un legislador de oposición exija a la PGR informar cuáles son resultados de la investigación. Como heraldos eficaces, los medios envían el mensaje de lo que se avecina, o de lo que se desea.
Si Yunes cometió actos de corrupción –cosa que es muy posible– y si la PGR ha encontrado la forma de probarlos –cosa que es menos probable– lo indicado sería proceder en su contra.
Sería reprobable –aunque es usual– utilizar a la prensa domesticada para hacer llegar a Yunes un mensaje a cinco semanas de la elección, y aún peor manipular los tiempos de un proceso judicial para hacerlo estallar justo en circunstancias muy favorables para el PRI y el régimen peñista.
Sobre todo cuando este país está lleno de priístas con peores atributos que Yunes, como el gobernador Javier Duarte, el señor de la impunidad, que ha hundido a Veracruz en las páginas más negras de su historia.
Y cuando un tercer candidato ha surgido como el caballo negro de la elección veracruzana, Cuitláhuac García, de Morena, a quien una encuesta de Reforma sobre preferencias no de partidos, sino de candidatos, coloca al frente de la competencia con 27 puntos, dos arriba del candidato del PRI y cuatro encima del candidato del PAN.
¿Caerá Yunes? ¿Perderá el PRI en Veracruz? Lo sabremos en los próximos días y en las semanas por venir.
Y no lo sabremos gracias a la prensa de mensajería DHL. La que predice futuros por encargo y se desentiende de verdades históricas.