¿Vieron los memes y las burlas alrededor del silbato de Mancera contra el acoso sexual?
Algunos eran buenísimos, pero la infografía de @pictoline se los llevó de calle a todos. La ocurrencia de Mancera contra el acoso sexual se quedó chiquita junto a la trompeta antiextorsión y los tubitos aplaudidores por un México mejor.
Para serles franco, no sabía cómo escribir esta columna, pero todo el fin de semana me la pasé pensando en esto y sentí que no podía –que no debía– dejar de escribir a propósito del silbato. Los memes y las burlas nos hicieron el fin de semana y no es que quiera ponerme serio, pero me parece necesario tratar de reflexionar sobre un par de cosas, más allá del divertido cotorreo.
Quizá es una exageración, pero lo primero que me vino a la cabeza cuando vi el silbato de Mancera fue el muro de Donald Trump. ¿Los problemas entre dos países se resolverán levantando rejas? ¿El respeto a la mujeres se logrará con pitidos de alerta?
Tal vez también es un exceso, pero me parece que entre Trump y Mancera, es decir entre el muro y el silbato, existe un puente y un punto en común: ninguna de estas propuestas es útil para detener la migración y para enfrentar el acoso sexual.
Un muro entre dos países no es sólo una idea retrógrada para la época en que vivimos y para la dimensión del tema migratorio: es un símbolo que genera odio entre dos culturas. La solución está en la generación de empleos, en acuerdos bilaterales para implementar programas temporales y garantizar el respeto de los derechos humanos. No es con intolerancia como se resolverá el problema.
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Volvamos al silbato de Mancera.
Supongamos que uno o diez o cien hombres entran a un vagón y acosan a una mujer, como quizá algunos de ustedes hayan visto en un video que corre con frecuencia en los monitores de algunas estaciones del Metro.
En esa historia video filmada, un hombre de unos veinti pocos años ve a una chica, se acerca a donde se encuentra, se sitúa detrás de ella, la toca con el pecho y la cadera, la chica huye a otro lugar cercano dentro del vagón y el tipo va tras de ella y vuelve a acosarla. Nadie hace nada y entonces, cuando el Metro se detiene en una estación, la mujer sale al ver a un policía, le cuenta lo que sucedió y el oficial detiene al hombre y se lo lleva detenido.
Supongamos que algo parecido sucede con uno, veinte o cien hombres en distintos momentos y que entonces una, veinte o cien mujeres hurgan en sus bolsos, toman el silbato y dan varios pitidos para denunciar.
Supongamos que, como sucede en este video, una mujer ofendida por el acoso que acaba de sufrir, toca el silbato y entonces no sólo ella, sino un grupo de hombres y mujeres golpea al agresor, lo obliga a quitarse la ropa y el hombre huye desnudo y mal herido por la calle.
Supongamos que otra mujer detiene a un acosador, toma el silbato, y entonces no sólo ella sino una turba enardecida lo golpea en la cabeza, la cara y el cuerpo hasta hacerlo sangrar, y entonces –como se aprecia en otro video– una mujer grita: ¡traigan gasolina! Y alguien la trae y en presencia de otros hombres y mujeres, y quizá hasta de algunos policías, todos lo linchan.
El silbato de Mancera no sólo es una mala broma o una torpe ocurrencia: validado por la autoridad, es una forma de represión, de intolerancia y de potencial violencia. ¿Se trata de detener agresiones validando un acto que puede generar más violencia? ¿Es una manera de validar la ley de la selva y el ojo por ojo?
Pensemos un poco en todo esto y en si ésta es la forma en la que queremos que la sociedad enfrente y resuelva sus problemas.
Terminaré con dos preguntas al jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera y a quienes habitamos esta bella y caótica y feroz ciudad:
¿Qué sucederá si una mujer decide utilizar el silbato para cometer un acto indebido como acusar a un hombre que no hizo lo que ella dice que hizo?
¿Es cierto que, como me contó un par de amigos que le sucedió a dos conocidos suyos, que en el Metro de la Ciudad de México ya hay grupos de hombres y mujeres acusando a hombres de acoso sexual para extorsionarlos con ayuda de policías que son sus cómplices?
La broma del silbato puede devenir en un asunto grave.