TLC y otros mitos geniales

Opinión

Cuando se evoca el Tratado de Libre Comercio de América del Norte pensamos en una sociedad progresista que produce riqueza, integración y bienestar para los ciudadanos de México, Canadá y Estados Unidos. ¿Cómo podría ser de otra manera si se trata de uno de los pilares emblemáticos de la globalización que se vendió en los 90 como la solución a los problemas del mundo? Pues no es así: casi un cuarto de siglo después, las sociedades de los tres países —y no sólo México como se cree con frecuencia— se encuentran inmersas en una grave crisis social expresada en pobreza, racismo, marginación y sistemas políticos que parecen vivir sus horas finales.

El ascenso de Donald Trump, uno de los ejemplos más claros de la globalización descarnada que pasa por encima de principios y valores humanos y democráticos, también ha puesto al descubierto la existencia de extensos segmentos sociales olvidados y reprimidos en las sociedades de Estados Unidos y Canadá.

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La América profunda, los norteamericanos blancos desposeídos, pobres y con escasas oportunidades de educación y progreso votaron por el magnate, mientras el gobierno de Justin Trudeau ha sido incapaz de frenar las expresiones de racismo que detonaron el asesinato de seis personas en una mezquita de Quebec, al tiempo que ha aprobado decisiones que afectan de manera grave al medio ambiente y reprimido opositores a su gestión; en medio de una grave crisis de justicia y desigualdad social, Canadá tiene dos candidatos surgidos del conservadurismo, con plataformas semejantes a las que han llevado a Estados Unidos y a países de Europa a abrazar el nacionalismo blanco.

Trump es un síntoma de las sociedades profundamente desiguales que crecieron y se expandieron durante los años del TLC  —en México tenemos a Carlos Slim y en Canadá tienen a Kevin O’Leary, un multimillonario parecido a Trump— y de sistemas políticos que acogieron el neoliberalismo que al paso del tiempo ha heredado sociedades separadas por las brechas de desigualdad y profundamente lastimadas por una clase política cuyos errores y actos de corrupción y acumulación de riqueza han sido repudiados por la mayoría de sus gobernados.