Esta semana TU-VE que acudir a bonita oficina de gobierno y –como es cerca de casa- pensé que el microbús era una solución rápida y cómoda (ajá), así que abordé, temeraria, uno (imagino claramente a mis amigas jalándose los pelos por mi “insensatez”).
Iba incómodamente sentada en el tétrico bus cuando observé el tablero del chofer. Naturalmente, era hechizo, una caja muy pintadita pero vieja y hueca, que en lugar de “guardar” cables los cuelga en una imposible maraña. Pensé: como tantas cosas en la city, bonita por fuera, un desmadre por dentro.
Rodamos a tal ritmo, que tardé más en llegar que si hubiera caminado. Es una de esas nuevas y muy bonitas oficinas de gobierno, donde nada se solucionó (otra vez). De nuevo escuché que @Sacmex no tiene registro de mis pagos, porque los hice en el banco y caen directo en Secretaría de Finanzas. Como no pueden ordenar ni pedir a Finanzas que “bajen” mis pagos, sino “sugerir”, pues llevan un mes sugiriendo… y yo sigo adeudando el agua. “Para eso -reconoce atento funcionario-, mejor deberían decir que no hagamos los pagos por línea de captura, sino que acudamos a las oficinas a pagar en efectivo”, y añade “lo digo esto porque yo también soy usuario y pago mis servicios, no me condonan nada”. Ahhhh.
Tras escuchar el infalible “vuelva en 20 días”, volví a tropezar con la misma piedra…todo por mi memoria de chorlito.
Y ahí te voy, otra vez trepada (no se puede usar otro verbo) en el micro. Esta vez con un clásico: chavillo al volante, vehículo totalmente destartalado, cobrador que cobraba de más a todo el que se dejaba …, y ahí te vamos, sobreviviendo como de milagro, aguantando la normalidad de la música estruendosa con bocinas de dos pesos, la jeta del cobrador, el abuso, el maltrato y las maniobras onda “como en rápido y furioso, wey”.
Me recordó a uno de los funcionarios que me “atendió” (sic) y que sacando sus machitos (según Celu, dícese de los pechitos de cualquier ser vivo), me soltó: “Pues no puedo hacer que le registren los pagos, no es mi asunto”. ¡Ok! Uno de esos dulces momentos donde toda la miseria de la indefensión cayó sobre un solo cuerpo: ¡el mío!
Horas después, seguí (ahora sí) mis propios consejos y me transporté en taxi. Confortable, olía a nuevo, chofer amable, carro de modelo reciente y uso de taxímetro. Una (sorprendente) joya. Pese a los años, ¿por qué me sorprende un buen servicio?
Mientras eso pensaba, pasó frente a nosotros uno de esos KittyTaxis coquetos. En el parabrisas tenía un letrero de led con una invitación: “Suba, tarifa con taxímetro”. Claro, con tan bonito carro, varios creerán que es de sitio y no se animan a usarlo. Sépanlo: quienes usamos taxi libre –en general- huimos de las altas tarifas, regularmente viajamos distancias cortas y/o tenemos prisa, tristemente, parece que parte del “precio” de viajar así es aguantar mal servicio, autos sucios, choferes jetones y abuso en general.
Como con los funcionarios públicos, los asuntos de gobierno o los microbuses: siempre esperamos la miseria aplastante como norma en el servicio, y cuando no es así, nos sorprende la excepción, en lugar de exigirla como regla.
(Alma Delia Fuentes)