¡Me gusta la idea! Si quieres puedo llevarte a algunos de mis lugares favoritos, como el Hospital de Jesús, que muchos años se llamó Hospital del Marqués porque lo fundó Hernán Cortés, primer marqués del Valle de Oaxaca. A veces te permiten mirar el artesonado y las obras de arte del siglo XVI que hay en el salón del patronato. Según Guillermo Tovar, una de las portadas del templo adjunto, la que da al estacionamiento, perteneció a la catedral primitiva.
Después se me ocurre que comamos en el restaurante tlaxcalteca de San Ildefonso 40. Ahí preparan un chile relleno riquísimo, que ojalá sirvieran con arroz. Y luego podemos ir a la calle de Licenciado Verdad para que me enseñes el cuadro sin firma de Francis Alÿs y lo que queda del exconvento carmelita, en donde por lo general te pones a hablar de Gregorio López (te recuerdo que no me has prestado el libro de don Artemio).
También estaría buenísimo que fuéramos a Las Escaleras, ese antro escondido en Donceles que tanto nos gustaba, pero ya ves que lo cerraron el año pasado. Y eso que los pobres no molestaban a nadie (a diferencia del señor de los discos que sigue con su escándalo en la entrada). Y me gustaría que conocieras al padre Julián Pablo para que te muestre la nueva sacristía de Santo Domingo que diseñó él mismo. El cuadro de Villalpando te va a fascinar.
Se me antoja que saludemos al peluquero de República de Cuba que tiene los mismos años que su peluquería y del que siempre me hablas, que visitemos la habitación en la que murió el general Santa Anna y que le echemos un ojo a la higuera de San Felipe de Jesús que dicen que subsiste en el Centro de Educación Continua Unidad Allende del IPN.
¿Qué te parece si terminamos el paseo en un sitio más o menos secreto? Te propongo el claustro de La Santísima. Me han dicho que entras por un pasillo donde se almacenan telas, casi enfrente de la placita donde vivían los judíos sirios. Que preguntas por el dueño, que le haces pucheros. Y que si te deja entrar es como si regresaras a los años sesenta del siglo XIX, cuando la exclaustración de los religiosos. Pero si no hay chance, ni modo. Igual nos lanzamos al edificio de la Academia Mexicana de la Historia, que te encanta, y nos inscribimos a un curso.
Otra opción es ponernos los pants, caminar por Madero, desayunar en El Cardenal, comprar en la Dulcería de Celaya, bebernos un tequila en La Ópera y tomarnos una foto con un organillero y una botarga.
¿Qué prefieres?, tú dime.
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