Y usted, ¿puede?

Se llama Pedro Barba Jándel Valle. Es chilango y tiene un auto. Detesta a los ciclistas. No sabe bien por qué, pero no le gusta verlos y mucho menos, compartir con ellos la calle. En el fondo, hasta le parecen un retroceso clasista y una imposición que no lo deja avanzar tan rápido en el tránsito. Por eso, ha llegado a cortarles el paso con el carro. ¿Por qué? Porque puede

Especialmente en las esquinas o cuando da vuelta le gusta que ellos, los ciclistas, tengan que frenar para que pase su coche. ¿Por qué? “P’us el que saldría más jodido del choque es el que se tiene que cuidar, ¿qué no? Así es con los que van a pata”, se justifica.

Si es tarde, ya obscureciendo o de noche, se comporta aún peor: Poco a poco invade sus carriles especiales o de plano, les avienta el coche para tirarlos. ¿Por qué? Porque puede. Porque nadie le dice nada. Porque no hay autoridad a la vista y, de haberla, en realidad no hay sanción en reglamento.

Si por algo se encuentra de mal humor, sabe bien cómo desquitarse: les escupe a los ciclistas por la ventanilla o nalguea a las chicas. Eso lo hace sentirse mejor, como quien se hace justicia por propia mano. De alguna forma en su retorcida mente, eso le agrada. Y cuando tira basura para no llenar el coche de porquerías, si puede, lo hace particularmente sobre las ciclo vías. ¿Por qué? Porque puede.

También se divierte cuando hay charcos pues se espera a que esté cerca un ciclista y con toda coordinación y malicia, busca pasar por ellos en el momento justo, lo más rápidamente posible para salpicar al objeto de su odio. ¿Por qué? Porque puede.

Pero no sólo a los ciclistas afecta, hay que reconocerlo. El señor Barba Jándel Valle también se estaciona en doble fila, bloquea entradas a cocheras y obstruye el paso en las esquinas. ¿Por qué? Porque puede. Porque si alguien le reclama, no le pueden hacer nada. Porque los policías que pueden infraccionarlo, tardan mucho en llegar.

Es este tipo Pedro, el clásico que no hace fila para salir del Viaducto: él se inventa carriles, rebasa y al último momento se le mete a algún otro carro para tomar la desembocadura. Tampoco en estacionamientos hace filas. Si puede, se mete en sentido contrario para ganar un lugar porque, ¿para qué perder tres minutos? “Solo los tontos pierden el tiempo así”, se dice. Y en las intersecciones, es el que siempre bloquea el tráfico de la calle que cruza y se queda atravesado cuando cambia el semáforo, porque prefiere dejar esperando a otros a que lo dejen esperando a él y porque, a fin de cuentas, puede hacerlo.

No ha usado nunca las direccionales. ¿Para qué avisarle al otro que te le quieres meter? Cuando a él le avisan que quieren pasar, les cierra el paso. Si quieren pasar, que no avisen. ¡Que se avienten y ya! ¿Y los lugares prohibidos? Él cree que esos lugares son para gente que no va a tardarse mucho y por eso, mejor los usa antes de que los use otra gente igual de “abusada”. ¿Por qué? Sí, porque puede. Porque sus actos no representan consecuencias.

Y sí, tiene licencia. Porque nunca ha tenido que hacer un examen de conducir. Sólo llega a la SETRAVI, paga sus derechos, le toman la foto, y le entregan su plástico. ¿Por qué? No lo sabe bien, pero dicen que para evitar corruptelas. O algo así ha de ser porque se puede.

¿Conoce usted, estimado lector, lectora, a algún Pedro BarbaJán del Valle?

(J. S. ZOLLIKER)