Pongamos la mirada por unos instantes en las primeras décadas del siglo XVIII. Nos encontramos en la cárcel de la Bastilla, muchos años antes de que fuera tomada por los revolucionarios. En medio de una noche asolada por las goteras y las ratas, François Marie Arouet, quien años después será conocido como Voltaire, despierta sobresaltado por un sueño. Ha visto un libro suyo, ha visto muchos libros suyos, miles de libros y miles de personas poniendo sus ojos en sus letras, pero el mundo donde ocurre su sueño no es la Francia apestosa y decadente en la que vive. Es otra decadencia, es la Francia de 2015.
Arouet esboza una sonrisa chueca. ¿A quién se le ocurre tener un sueño con ínfulas de grandeza en medio de esa cárcel inmunda? ¿Qué diablos tiene que ver la Francia del siglo XVIII con la del siglo XXI? ¿Seguirá existiendo esta prisión maloliente? ¿Habrá terminado el fanatismo y la intolerancia o seguirán demoliendo al mundo? Con esas cavilaciones el joven Voltaire se fue quedando nuevamente dormido y aunque estaba en la cárcel, se podría decir que durmió feliz.
Años después escribirá sobre la felicidad, dirá que la buscamos “sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo confusamente que tienen una”.
Hasta aquí mi verdad, sin embargo la verdad histórica es que un libro de Voltaire realmente se agota en las librerías francesas, convertido de súbito en un best seller. Se trata del “Tratado sobre la tolerancia”, que a 250 años de su publicación ha vuelto a leerse por miles de personas que ven en este texto una obra de urgente coyuntura, tras el atentado al semanario Charlie Hebdo y todo lo que esta tragedia desencadenó.
Voltaire, quien también escribió Mahoma o el Fanatismo (obra prohibida en su tiempo, por cierto), fue el creador y máximo impulsor del concepto de tolerancia religiosa, que hoy igual que hace 300 años sigue siendo un asunto difícil de explicar a los usuarios del producto divino. El que su libro se venda nuevamente y esté sujeto a varias reimpresiones de última hora habla del anhelo colectivo de encontrar una mesa disponible para sentar a Alá con Jehová y a Jesucristo con Mahoma.
Bastaría, en las propias palabras de Voltaire, ser un poco como los ingleses: “El inglés como hombre libre va al cielo por el camino que elige. Si en Inglaterra no existiese más que una sola religión, el despotismo se habría desarrollado de una manera formidable; si hubierasn existido dos, los ingleses se habrían cortado la cabeza los unos a los otros; pero como hay 30 religiones todos conviven felices y en paz”.
Bien que vuelva Voltaire a las mesas de novedades de las librerías; que el pensamiento lúcido, la crítica a la intolerancia y el sentido del humor nunca pasen de moda.