Vivo en un país sin verdad. Aquí el Estado miente, tortura y fabrica testimonios. Como si fuera un personaje inventado por Dostoyesvky, todo en el Estado mexicano es falsedad y mentira; de otra forma sus versiones serían imposibles. Miente en el conflicto de interés que hay en la Casa Blanca. Miente respecto a las ejecuciones extrajudiciales de Tlatlaya y de Tanhuato. Miente en la economía. Miente sobre la fuga del Chapo… Y le miente a los padres de Ayotzinapa diciéndoles que sus hijos fueron quemados en el basurero de Cocula, que los chicos iban armados, que eran narcos y que fue un asunto entre criminales. Camus dijo que allá donde la mentira prolifera, la tiranía se anuncia o se perpetua.
Gracias al trabajo del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI), que no se cansó, hoy sabemos que el Estado, en la persona de Jesús Murillo Karam, contó una historia fraudulenta: inventó lo del basurero y, entre otros engaños, ocultó lo del quinto bus con droga para exculpar a la Policía Federal y al Ejército. Ante esto, la mentada Paca, aquella bruja a la que hace años le pagó la PGR para encontrar osamentas en una finca, parece una mentira de principiantes.
El informe del GIEI me orilla a confirmar que el Estado fue el que desapareció a los 43 normalistas y que las órdenes las dio el crimen organizado. Lo del 26 de septiembre del año pasado fue una desaparición forzada y el Estado mexicano ha sido negligente, incompetente y cómplice. Este gobierno está hundido en la falsedad, aunque sus columnistas renieguen y se les retuerza el cuello como la chica del Exorcista.
Las verdades de este gobierno son esotéricas, folclóricas, excéntricas e histéricas. Pero no son históricas ni buscan la verdad. Las columnas, reportajes y libros que se escribieron sobre Ayotzinapa, basados en los expedientes de la PGR, tendrían que ser quemados en el basurero de la historia. Tienen razón los padres de Ayotzinapa cuando dicen estar encabronados: el Estado mexicano les mintió. Cuando pudo reivindicarse, la procuradora apenas leyó mal unos minutos, agradeció al GIEI sus descubrimientos y salió de prisa de la conferencia.
En las redes sociales se habla de emular a Guatemala: la gente pide que Peña Nieto renuncie o que sea encarcelado. No es tan fácil: nuestro zar anticorrupción, Virgilio Andrade, no es apoyado por la ONU ni es independiente. Fue nombrado por el propio Peña y en la única actuación pública vimos cómo Virgilio terminó siendo un pobre chucho desdentado. Hay una rendija: la designación del primer fiscal anticorrupción quedó suspendida en el Senado. Los ciudadanos tendríamos que organizarnos y apropiarnos de esa fiscalía. Si ésta queda en manos de los partidos, nacerá muerta y sin credibilidad. Nos urge un fiscal autónomo, capaz de encabezar un órgano dedicado a desmantelar y a sancionar la corrupción.
La verdad hay que construirla, dijo Camus, como el amor y como la inteligencia. De otra manera no saldremos de Guatepeor.