¿(Ya no) te queremos tanto, Uber?

Primero fueron los ‘zipi-zapes’ por las Ubertarifas dignas de carroza de princesa, mejor conocidas como “dinámicas”, donde algunos inocentes pagamos mucho por trayectos muy cortos. Y de ahí pa’l real, hasta la sorpre de Uberpool, que acabó rematando la cadena de molestias, porque varios choferes andan fúricos, dicen que ganan menos y les cobran la misma comisión.

En Francia, los choferes son considerados “conductores profesionales”, lo que es paradójico para un servicio que nació como transporte entre particulares. En Chilangolandia el furor por el “quiero mi Uber” fue tal, que muchos dejaron el godineo, la escuela, el freelanceo y empeñaron las joyas de la abuela para montarse a Uber.

Y estos ciudadanos ansiosos de ganar un buen dinero (conozco a varios que dejaron puestos gerenciales para entrarle con dos o tres autos), ¿no deberían ser considerados conductores profesionales? Amaría que incluso los choferes de taxi fueran “profesionales” y se les exigieran normas elementales: desde la vestimenta y la botellita de agua (que muchos ya omiten) hasta una conducción segura y eficiente. Pero últimamente me han tocado Uberconductores que preguntan a dónde vamos o por dónde, o que usan la ruta MÁS larga y compleja posible, que andan en pants, que se supone que llegarán en dos minutos y nuuunca llegan, que te dejan en la esquina porque “es más fácil”, en resumen, que no cumplen lo que prometen.

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Y no es todo; un par de veces han cancelado mi viaje sin avisar. Una vez mandé queja y, como respuesta, me dieron “una disculpa enorme”, pues “entendían mi molestia” y hablarían con el chofer para recordarle “nuestros estándares de calidad”. ¿Se acuerdan de Adrián, un chofer al que Uber premió a nivel mundial por su excelente servicio? (escribí su historia en abril), pues deberían pedirle que capacitara a sus choferes, porque –la verdad- varios parecen improvisados (“no sé todavía usar la app”, me dijo uno).

Con Uberpool, a un par de amigos el chofer les ha cancelado el viaje “por falta de pasajeros”, aunque “afortunadamente” no se les hizo ningún cargo, ¡ah vaya!¡Nomás eso faltaba! A varios les gusta viajar en bola –siempre es bueno ahorrar –, aunque dicen que lo evitan por esa #leyendaurbana sobre asaltos entre pasajeros (Uber, ¿qué esperas para aclarar?).

Lo peor es que los choferes tampoco parecen contentos: protestas, quejas y búsquedas de una nueva app para abrir su propio servicio o para irse a Cabify. Y la empresa, tan Uber, jipster y encantadora, no informa abiertamente su posición sobre los dimediretes con sus asociados y acabamos enterándonos vía sus intercambios de tuits.

Todo nuevo proyecto tiene ajustes y en el camino pierde gente y gana fortaleza. Lo que me no divierte es la merma en el servicio como daño colateral, sobre todo porque esa fue la clave de su éxito, porque hacía falta que alguien sacudiera el mal servicio de taxis, y lo hizo tanto, que México ahora es la tercera operación más grande de Uber en el mundo.
“A Uber le pasó lo que pasa siempre en México: un buen proyecto que se echó a perder”, me dijo un amigo. No es antiUber, pero considera que la mezcla de ambición y falta de reglas deriva en decepción y/o fracaso. Ojalá que no sea así.