Me peiné el programa de la FIL en busca de algún evento raro. Cuando vi que habría una firma de autógrafos de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, supe que tenía que ir.
Llegué puntual al lugar señalado. Primero creí que la sesión se había cancelado, porque no se veía nada más que los cientos de seguidores de Arturo Pérez-Reverte, quien dedicaba un libro tras otro, muy gallardo. Pero no: detrás de la horda, del otro lado del módulo, con una fila mucho más breve de lectores, ahí estaba él, ¡la superestrella de la superación personal!
Sí, Carlos Cuahtémoc, uno de los autores mexicanos más vilipendiados, todavía tiene un chorro de fans. ¿Por qué gustan tanto sus obras? “Te enseña a superarte a ti mismo”, me dijeron varias chavitas que, en vez de la saga Crepúsculo o libros de Rainbow Rowell o John Green, traían ejemplares de Mientras respire, la más reciente novela de este chilango.
También había seguidores de antaño, que lo han leído desde sus primeras obras. “Me gustan los mensajes que deja sobre la familia, sobre los noviazgos, cómo debe ser un noviazgo tradicional, no como los de ahora, que son ligeros, free, sin compromisos ni nada”, me dijo una señora que llevó a sus dos hijos. El menor, de unos 10 años, leyó el de El Misterios de Gaia, que describió como “mucho muy interesante; es como de la Biblia, más corta, pero con otros personajes, y en vez de una cruz ponen una máquina y las torturas son muy feas, ¡pero está genial!”.
Una quinceañera salió del módulo en shock. Sus ojotes verdes estaban enrojecidos y llenos de lágrimas.
–¿Qué sentiste al estar frente a frente con Carlos Cuauhtémoc?
–Fue muy… no sé, no puedo explicarlo –dijo con la voz quebrada, como si acabara de conocer a Justin Bieber–. Me transmitió felicidad. Alegría. Mucha….
Quise ver si Carlos Cuauhtémoc causaba un efecto similar en mí. Me compré un ejemplar de Mientras respire y me formé.
Sánchez tiene el pelo negro canoso. Mide como 1.60, es bajito. Cuando sonríe entrecierra los párpados y te ve a los ojos (¿en cuál de sus libros vendrán las instrucciones para sonreír?). “Eres muy bonita”, me dijo. ¡Picarón!
–Carlos, dame un consejo para mi crisis de los 30.
–Tamara, eres una princesa de dios, nunca te olvides que tienes una misión que cumplir, y que no importan las adversidades ni los problemas que tengas, siempre hay esperanza mientras respires.
Muy bien. Me tomé la foto del recuerdo (¡cómo no!), me alejé, comprobé mi resuello y me dije que esa noche mi misión sería conocer alguno de los mejores bares de Guadalajara. Pensé que ya más adelante encontraría las verdades del universo en el libro que compré… hasta que un amigo derramó una cuba sobre sus páginas. Carlos Cuahtémoc Sánchez seguirá siendo un enigma para mí.
(Tamara de Anda / @plaqueta)