“Yo sólo quería ver futbol”, por @dmorenochavez

Yo sí soy de quienes pueden ver los 64 partidos de un Mundial. Lástima que hay trabajo, vida cotidiana, si no estaría pegado a la televisión para ver hasta Honduras-Ecuador.

 Y sólo por el placer de ver buen futbol.

Quizá por eso me encantó la idea de que este Mundial fuera en Brasil, el país más futbolero del mundo. Sólo habría sonrisas y placer. ¿Qué podría salir mal?

Pero no contaba con la FIFA y, peor todavía, con la complicidad de los gobiernos de izquierda, que han encabezado sucesivamente Lula (2003-2010) y Dilma Rousseff (presidenta brasileña a partir del 2011).

Hoy, como no ocurría en muchos años, el Mundial es protesta, enojo y temor.  Dominan las notas en torno a movilizaciones y represión, antes que sobre entrenamientos, llegada de selecciones, alineaciones posibles…

¿Qué hicieron la FIFA y el gobierno de Dilma? Organizar el Mundial más caro de la historia. Es decir, un Mundial de grandes estadios, rodeados de pobreza extrema. Un Mundial que poco, muy poco beneficia a los pobladores, en contraste con lo que ha pasado –por ejemplo- con los Juegos Olímpicos de Londres o Barcelona.

Los ejemplos son innumerables: Qué tal ese de hacer un estadio en la Amazonia para 45 mil espectadores, cuando el promedio de asistencia a los partidos de la liga local es de 500 personas. Costó poco menos de 300 millones de dólares y nadie sabe para qué servirá cuando después del futbol. O ese otro estadio en Brasilia, con un costo de casi 500 millones de dólares, cuando faltan empleos, casas, enfrentar la pobreza extrema.

¿Favelas destrozadas, pueblos arrasados, cero trabajo de infraestructura a cambio de boletos regalados para partidos como el Camerún-Croacia? ¿Así pensaba la FIFA que frenarían las protestas?

La respuesta de la población han sido huelgas de policías o de trabajadores del metro, protestas callejeras del Movimiento de los Trabajadores sin Techo, estudiantes enfrentados a la policía.

Todo esto, mientras se publican notas de corrupción en la FIFA en el proceso de selección de Qatar como sede del Mundial de 2022.

Yo sólo quería ver futbol.

Pero la voracidad de la FIFA y una política pública del gobierno brasileño centrada a cumplir los caprichos de esta Federación, creyendo que a la gente poco le importaría, han hecho muy difícil disfrutar un partido sin pensar en cómo estarán las calles, cuántos heridos habrá, cuántos detenidos.

El Mundial de Brasil debe ser el último en el que predomine este modelo. Quizá esa es la gran enseñanza que la FIFA y los gobiernos deben llevarse: Un Mundial que no le signifique beneficios reales, tangibles a un país y sus pobladores es insostenible. No puede comercializarse a costa de todo, empezando por el futbol mismo, los jugadores y los aficionados.

Querer que sigan así es acabar con el futbol, con la pasión, con el simple disfrute. Brasil, el país más futbolero del mundo, es el primero que grita “basta”. Le toca a la FIFA y a sus gobiernos que sea el último.

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 (DANIEL MORENO / @dmorenochavez)