Nada peor que sentirse inseguro, peor aún en tu casa o en la de amigos. Si te refugias por un día, una noche o una vida con un amigo, es porque buscas seguridad. Y si pierdes la vida ahí, es porque antes ya habíamos perdido todos una buena parte de nuestra libertad. Todos.
No sentirse seguro en esta ciudad es cosa de siempre. De niña únicamente podía ir sola a la esquina si mi mamá podía verme desde la ventana. A Celu no la dejaría ni cruzar la calle sola. Así de mucho hemos mejorado.
Pero una cosa es el miedo a la delincuencia y otra la amenaza que te expulsa de tu espacio, de tu profesión o de tu vida. La amenaza sobre la libertad, pensamientos o actividades profesionales es un asunto que no se resuelve poniendo otra chapa en la puerta. De hecho, al pensar que es “normal” poner otra chapa, sin darnos cuenta, le abrimos la puerta a la impunidad.
Cuando llegué a la Benito Juárez, entendí claramente las diferencias con Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y Azcapotzalco, donde crecí, viví o he trabajado casi toda mi vida. Era tan distinto, ¡ya vivía (como) en Holanda! La BJ, el mejor lugar para vivir en el país, o al menos ocupaba en 2010 el primer lugar en el Índice de Desarrollo Humano Municipal.
Hasta los taxis eran diferentes: más amables, más limpios, conocen el rumbo porque suelen trabajar la zona y si los llevas al centro o al poniente, muchos repelan.
Me pregunto si este pequeño (y que hoy casi siento ridículo) “círculo de seguridad” de la clase media se rompió en la última semana, o si empezó antes y no lo habíamos querido o podido ver, atribuyendo delitos y detenciones a casos “aislados”, que no nos tocan, que no rompen nuestra feliz burbuja de “aquí es seguro”.
“Los periodistas desplazados solían venir a la Ciudad de México como una isla de protección. Ahora no hay ningún lugar a dónde ir, ningún lugar para correr”, publicó Al Jazeera luego del asesinato de cinco personas en la Narvarte, dos de ellos –Rubén Espinosa y Nadia Vera- viviendo en el autoexilio (una bonita forma de definir que andaban a salto de mata, sin dinero, buscándose la vida porque la vida que tenían se las habían arrebatado).
Me preocupa que pensemos que no nos toca porque es “asunto de periodistas” o que “estaban de fiesta” o “algo” debieron hacer.
¿Por qué importa que todos, vecinos y no, entendamos en qué nos afectan estas muertes? Los periodistas tenemos la función social de informar y la libertad de expresión implica que al resto de la ciudadanía le respeten su derecho a saber, a estar informada. Los activistas tienen el derecho a buscar una vía para construir un mejor país, y todos tenemos derecho a tener amigos e invitarlos a nuestra casa, sean quienes sean. Porque los ciudadanos, todos, tenemos derecho a una vida con calidad, como en Holanda…
¿Qué pensarán ahora familias y amigos de los asesinados? Supongo que alguna vez todos pensaron que estaban en un barrio seguro dentro del “cinturón de seguridad” del DF. Pero a todos ya nos expulsaron de ahí.
Hace un par de días un taxista me dijo que los vecinos tenían miedo, lo sé, porque soy vecina y veo que la burbuja de protección se rompió, y de paso reventó la burbuja de confort vecinal, ¿haremos algo para recuperarla o pensaremos que es otro “hecho aislado”? ¿O nos acostumbraremos?