Según el escritor Antonio Calera-Grobet un zopenco es un habitante de zooburbia. Zooburbia es esa zona en los límites de la ciudad que existió en los ochenta. Los ochenta es la década de oro del skatorama, el centro comercial Plaza Satélite, el autocinema, los bazares de fayuca, los autos tuneados. Reinaba Kim Carnes, la versión femenina de Rod Stewart. Rod Stewart era el quieroser de todos los zopencos.
Zopencos es la nueva novela de Antonio Calera-Grobet (como decir, el autor, el dueño de la Hosteria la Bota, en el Centro Histórico). Cuenta la historia de Matías, un adolescente que se rifaba la vida en la zona de Tlanepantla. Matías ( también Mato, Matateno, Matarile o Mato Alcantarilla) es un bueno para nada que fuma mota, inhala coca, bebe y se masturba todo el tiempo. Vive en el callejón de Los Loros y los amigos del barrio son todo para él.
La novela está escrita en un estilo libre, como si fuera una pieza de jazz. No hay mayúsculas o puntos a parte, porque el autor tiene problemas con la autoridad. Calera-Grobet inventa un lenguaje para Matías y los demás: piks son las nenas; guaioming es está padre; cornucópulas son las pajas; fosaseptikón es el habitante del barrio vecino, como decir, el enemigo. En una entrevista reciente, Calera-Grobet dijo que hubiera sido muy bobo tratar de imitar el lenguaje real de la época. Habría quedado atrapado en un tipo de retrato sociológico, así que tuvo que hacer un remedo de ese lenguaje, inventando otro lenguaje. Eso le quedó muy bien.
También fue afortunado que se guardara esta novela inspirada en su propia adolescencia para el momento actual, cuando Calera-Grobet está a punto de cumplir los cuarenta años. Generalmente, las primeras novelas de los escritores son sobre su adolescencia; una especie de trámite hacia otra cosa. Zopencos en cambio es un destino.
Se trata, pues, de los pocos registros que hay de esa zona limítrofe de la ciudad de México. Calera dijo el otro día que siempre se ha sentido llamado por las fronteras y los límites y para él, el suburbio es una mezcla de todos los espacios. Quien vive allí no entiende a dónde va. Pero ese espacio no está aquejado por una falta de centro, sino que es un lugar en sí mismo; tiene sus reglas y sus caminos sólo transitables en auto. La novela es también un viaje por el tiempo y el espacio. En fin, se trata de un gran libro.
(Guillermo Osorno)