Independientemente de las máscaras, vestuario o instrumentos, los carnavales tienen la función principal de integrar a las personas sin importar estrato sociocultural, credo o afinidades políticas e ideológicas
Por Jorge Gaviño*
Cada año en la capital del país se llevan a cabo más de 59 carnavales distribuidos en 10 de las 16 alcaldías de esta urbe. Cabe recordar que el Congreso de la CDMX incluyó en 2022 a los carnavales como actividad y expresión humana e inmaterial en la cultura popular y tradicional de la capital, luego de reformar diversas disposiciones de la ley local de Fomento Cultural.
Los carnavales son fiestas populares que en la religión católica se hacen tres días antes del inicio de la Cuaresma, aunque con el paso del tiempo algunas de estas celebraciones se realizan en otra época del año.
Independientemente de las máscaras, vestuario, instrumentos, música, bailes, escenificaciones, actuaciones, encarnaciones y ritualizaciones que se llegan a realizar, hay que destacar que estos eventos tienen la función principal de integrar a las personas sin importar estrato sociocultural, credo o afinidades políticas e ideológicas.
Cualquiera puede acudir a uno de estos eventos, unirse al convivio, observar lo que pasa, interactuar y pasarla bien. También puede haber una parte melancólica, triste e inclusive marginal en este tipo de fiestas.
En su libro Felicidad clandestina, la escritora brasileña Clarice Lispector cuenta brevemente en el relato Restos del carnaval el día de carnaval de una niña pobre que lucha por tener un buen atuendo para que las personas la observen y se congratulen de su belleza.
En este caso, el carnaval es el lugar donde se confrontan los vacíos emocionales de esa niña que finalmente es reconocida por un apuesto chico que le sonríe y le acaricia el pelo, luego de que ella sufre varios inconvenientes.
Sin duda la estridencia, el ruido, la fuerza y el movimiento frenético con que se realizan los carnavales son características que preparan o guían a los asistentes para que en los días posteriores a la festividad reine la reflexión y el silencio.
Después de todo desfogue de pasiones es necesaria la calma. Por ello, es importante no perder de vista que, además de la parte alegre y hedonista de los carnavales, existe una parte ritual que integra diversos sincretismos culturales con fines de purificación espiritual.
A todos los que leyeron este breve artículo les invito a que acudan a alguno de los carnavales de la Ciudad de México.
*Político y catedrático. Tiene maestría en Derecho Ambiental y doctorado en Ciencias Ambientales, ambos por la Universidad de Alicante, España