Hace años, tantos que no existía Google Maps ni Google Earth, en Estados Unidos se desarrolló un sitio de Internet que mostraba algunas de las posibilidades que Internet traería para algunas comunidades. Era una página web de geolocalización de crímenes en Chicago. El principio de los creadores de ese portal era simple: digitalizaron un mapa y en él ubicaron los datos, actualizados y precisos como suelen ser las estadísticas en EEUU, de actos criminales. Así que si alguien quería rentar un departamento, por ejemplo, podía revisar ese mapa interactivo y saber de inmediato cuántos y qué tipo de delitos se habían cometido en el barrio, e incluso en la calle, donde se ubicaba el inmueble de su interés.
El martes me acordé de ese sitio, que si la memoria no me falla se llamaba Chicago Crime Report. Porque a pesar de que en estos años se han desarrollado, popularizado e incluso abaratado las herramientas para hacer de Internet un instrumento no sólo para facilitar la vida cotidiana, sino incluso hacerla más productiva y segura, en el Distrito Federal parecemos vivir en un tiempo de la prehistoria, en una época donde la tecnología no se pone al servicio de los ciudadanos. Y, por contradictorio que suene, lo pensé precisamente cuando supe que en la capital habría miles de nuevas videocámaras.
Ese día el gobierno del Distrito Federal quiso apantallar con un gran anuncio: en la ciudad de México se instalarán 7 mil nuevas cámaras de videovigilancia. Dos mil 331 de ellas, se comunicó en formal anuncio al que asistió Miguel Ángel Mancera, se colocarán para vigilar la incidencia delictiva, según leí en Reforma. Alguien diría que es una muy buena noticia, yo diría que no hay tal, o más puntualmente: que no tenemos ninguna garantía de que eso sirva de mayor cosa para la seguridad de los capitalinos.
No hay que ir muy lejos para tener a la mano un ejemplo de que estos anuncios corren por un lado, con sus fanfarrias y grandilocuencia, y la vida cotidiana de los chilangos por otro lado, uno más tortuoso y azaroso. Basta recordar que apenas en diciembre tuvimos el más lamentable de los ejemplos que demuestran que los anuncios de las autoridades son metafísicos, es decir no están dirigidos para mundanos como ustedes o yo.
El 16 de diciembre, en un triste evento, una mujer de nombre Alejandra, que estaba embarazada, murió en la zona de Tacubaya cuando unos criminales intentaron asaltarla. Esta tragedia representa el enésimo recordatorio de que no vivimos en la capital segura que algunos –¿demasiados?— se obstinan en creer.
La cosa es que las autoridades y los ciudadanos tenemos un chip distinto. Si ustedes, como yo, leyeron de ese asesinato en el diario, seguro pensaron algo así como: “ooootro asalto en la zona de Tacubaya, debo evitar esa zona”. ¿Qué hizo en cambio la autoridad del DF? Recibió la denuncia, procedió a sospechar de la pareja de la víctima, a quien incluso intentaron extorsionar, y por supuesto procedieron a dejar que el caso acumulara polvo.
Las autoridades no pudieron salirse con la suya –olvidar el asalto y homicidio– porque la pareja de la desafortunada mujer se obstinó en buscar justicia. Y en ese camino descubrió que a pesar de que en la zona donde ocurrieron los hechos había cámaras, el gobierno del Distrito Federal permite que se pierdan los videos de las mismas. Porque contra toda lógica, no es la autoridad la que al saber de un delito pide los videos, sino que eso le toca a la víctima, que entre trámite y trámite puede encontrarse al final con que los videos se perdieron porque las grabaciones solo duran siete días, y como usted estaba llevando y trayendo solicitudes al ministerio público, transcurrió el plazo y adiós a las pruebas que podrían llevar a la detención de los asesinos. Tal cual.
Así que me perdonen por no sentir nada de alivio con el anuncio de las nuevas videocámaras. Ya desde antes había ejemplos, trágicos, de que no son lo que nos dicen (hagan memoria como en plena Zona Rosa no hubo una sola de esas cámaras que nos ayudara a entender lo que pasó en el Heaven´s).
Todo mundo sabe que asaltan en la zona de Tacubaya, todo mundo menos la autoridad, que desde hace años se niega a hacer algo efectivo al respecto. Los chilangos, en cambio, apuramos la marcha cuando pasamos por ahí, o de plano damos rodeos para evitar la zona. En nuestro “google interno”, ya tenemos geo-referenciado que es un rumbo peligroso. Seguro ahí pondrán algunas de las nuevas cámaras, pero falta mucho para que yo tenga fe en que eso servirá de algo. Todo es un bonito cuento. Que se lo crean aquellos que sean aficionados a la fantasía. A mí ese género nunca me gustó.
(Salvador Camarena / @salcamarena)