Después del segundo sexenio panista, marcado principalmente por la inoperancia política y la violencia, al país le urgía un golpe de timón. En los primeros 100 días de gobierno la imagen de nuestro país en el extranjero ha dado un vuelco casi de 180 grados. Pasamos de ser una especie de colonia de bárbaros al sur de los Estados Unidos, al país “emergente” (otra joya del léxico neoliberal) de moda. Artículos en The New York Times y en El País hablan del brillante futuro que nos depara. Resta ver, por supuesto, cuánto de esto puede materializarse y, sobre todo, cuánto del bienestar macroeconómico puede aliviar la obscena desigualdad que hay en este país. Pero es indudable que, con muchísimos asegunes e implicaciones nefastas de por medio, la opinión pública internacional ha cambiado en materia económica y de desarrollo social su discurso acerca de lo que es nuestro país. Recientemente realicé un viaje por Italia en el que me sorprendió ver la reacción de la gente al enterarse de mi nacionalidad. “¿Dónde dejaste el sombrero?” escuché en más de una ocasión. Huelga decir que los estereotipos son sinónimo de ignorancia, pero me pareció que si bien las malas noticias que nuestro país produce a destajo viajan con tremenda velocidad (motivadas por la extraña morbidez y morbosidad que al parecer son inmanente al ser humano), los logros artísticos y culturales, que también reflejan buena parte de lo que somos, no se han promovido en su justa dimensión. Hoy en día contamos con una literatura que para muchos es la mejor del idioma. Varios críticos de arte importantes (como el de la prestigiosa revista The New Yorker) piensan que Gabriel Orozco es uno de los artistas más influyentes en el mundo. Hace no muchos años Graciela Iturbide ganó el “Nobel de la fotografía”, el premio Hasselblad. Cineastas mexicanos hacen cine tanto de alta costura como en circuitos de arte por todo el mundo. Ramón Vargas es uno de los tenores de ópera con mayor renombre en el mundo y Alondra de la Parra una de las jóvenes directoras de orquesta con mayor proyección. Lo mejor de todo esto es que en cada una de las especialidades, hay una generación de jóvenes artistas y creadores que han trascendido las fronteras de nuestro país y que están renovando los circuitos culturales en distintas latitudes. Así como en términos económicos el nuevo gobierno ha logrado en poco tiempo transformar en forma –resta ver si lo consigue en el fondo– la imagen de nuestro país en el extranjero, la imagen de nuestro ethos sigue tímidamente representada si consideramos el enorme potencial y la gran diversidad cultural y artística que hay. A diferencia de lo que sucede en la arena política, el fondo, la sustancia, ya está provista. Lo que falta es encontrar la manera de extender este mensaje y que nuestro país consiga librarse de una vez por todas de esa imagen rancia y estúpida a la que invita el lugar común del mexicano alrededor del mundo. Que se entienda México en toda su complejidad. Como un país en el que hay una tragedia social dramática, con una corrupción y una impunidad insostenibles, un potencial económico importante, que a su vez ha logrado generar toda una narrativa artística admirable que lo representa y que merece ser conocida y reconocida en todo el mundo.
(DIEGO RABASA)