4 de octubre 2024
Por: Redacción

Pedro Páramo, la fantasía hecha realidad de Rodrigo Prieto

Ha fotografiado decenas de películas, como Babel y El lobo de Wall Street, pero esta adaptación de la novela de Juan Rulfo es su primer largometraje como director

Por Cristina Salmerón*

“Yo siempre tuve la fantasía de fotografiar Pedro Páramo, pero salió la oportunidad de dirigirla y lo hice. El dilema fue: ¿entonces quién la va a fotografiar?”, dice el laureado cinematógrafo Rodrigo Prieto, sentado en un sillón verde con la Ciudad de México al fondo.

La frase “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, que recita Juan Preciado al inicio de esta novela de Juan Rulfo, ahora resuena en la vida de Prieto, quien con esta película se estrena como director de largometrajes. Después de trabajar con Martin Scorsese en Los asesinos de la Luna (2023) o con Greta Gerwig en Barbie (2023), es con esta historia con la que vuelve a filmar en su país natal.

Y lo hizo junto con un equipo repleto de rockstars del cine internacional (Eugenio Caballero, Carlos Y. Jacques, Anna Terrazas), la música de Gustavo Santaolalla y un elenco con nombres como Tenoch Huerta, Dolores Heredia, Ilse Salas, Héctor Kotsifakis, Mayra Batalla, Roberto Sosa y Manuel García-Rulfo, quien hace de Pedro Páramo y curiosamente es pariente de Juan Rulfo.

La película narra el viaje cargado de ilusiones de Juan Preciado (Huerta), buscando la riqueza de un padre a quien no conoce. Al llegar a Comala, lugar donde le dijeron que vivía, sólo encuentra los atroces recuerdos de un pueblo sometido durante décadas por Pedro Páramo, un cacique local de quien dependen la vida y la muerte de un lugar invadido de susurros y personajes fantasmales, a través de los cuales conoce sobre la destrucción que trajo tras de sí la convulsa pasión frustrada de Páramo por su amada Susana San Juan.

Revivir fantasmas

El primer acercamiento que Prieto tuvo con Pedro Páramo fue en la secundaria o en la prepa. Desde entonces había pensado en algún día filmar su propia versión del libro más icónico de Rulfo, de 1955. Y, con ese talento fotográfico e imaginativo que lo caracteriza, la volvió una película fantasmagórica que se atreve a romper el tiempo, tal como lo hace la novela.

Prieto ya había hecho un guion hace años, pero encontró una gran adaptación en la versión del español Mateo Gil (Tesis, Abre los ojos, Mar adentro). Entre los retos estuvo hacer justicia a la poesía que Rulfo plasmó: “Recuerdo días en que Comala se llenó de adioses”. Y no sólo mediante los diálogos que Gil recuperó de la esencia rulfiana, sino en ese trabajo artesanal para contarla con imágenes y crear esa atmósfera.

“Mateo Gil utilizó los textos de Rulfo, no inventó diálogos, eligió los que quedaban mejor. Mantuvo esos sonidos de los textos rulfianos, que son coloquiales pero poéticos. Después el reto fue que los actores los dijeran de una manera cotidiana, y funcionó bien porque Rulfo se basó en el lenguaje de la gente, pero no dejó de lado su poesía.

Él tomaba notas de cómo hablaba la gente en Jalisco y lo combinaba con esa musicalización de diálogos que suena mexicano, auténtico y muy bello”, dice el director.

La búsqueda de todxs lxs personajes fue otro reto, pero en especial fue difícil encontrar a Pedro Páramo: “El que más me sonó a Jalisco y a Rulfo fue Manuel García-Rulfo. Yo lo conocí en Londres, estaba filmando Barbie y me fue a visitar porque estaba en Madrid. Lo que él tiene es esa relación del ‘patrón’, porque ha estado en muchos ranchos. No tuvo nada que ver su apellido”.

Llegar a dirigir Pedro Páramo fue como un llamado de la vida, nada forzado, nada planeado, asegura Prieto. Él ya había sido director en 2013, pero de un cortometraje llamado Likeness, un proyecto muy personal donde dirigió a la actriz Elle Fanning. Es por eso que este filme es su debut en los largos de ficción.

“Rulfo hizo esta novela para reconectar con sus raíces de esa época revolucionaria. Para mí Pedro Páramo es un reconectar con mi país, con mis raíces, las raíces de mi abuelo, que luchó en la Revolución y tratar de entender quién soy yo a partir de los personajes, a partir de esta historia de mi tierra”, reconoce.

A diferencia de las tres películas previas (1967, 1977 y 1981), si algo distingue al nuevo Pedro Páramo es el uso de la tecnología: “Aquellos intentos reforzaron la idea de que la novela era imposible de adaptar: retratar una Comala abandonada, derruida, pero también poder verla en su apogeo con vegetación, cambiarla a verla desértica; ver a los personajes jóvenes, en edad media, viejos, todo esto apenas pudimos hacerlo con efectos visuales y un gran maquillaje. Fue justo el momento para contar esta historia”.

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*Texto adaptado para + Chilango

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