Impartía clases en la escuela de Periodismo Carlos Septién García. Entraba puntual al salón casi siempre vestida de traje sastre. Cerraba la puerta con seguro y de un maletín negro a veces sacaba un boing de mango que ponía sobre su escritorio para refrescar garganta con pequeños sorbos. “A quién se meta con periodistas yo los enfrento. Esos casos déjenmelos a mí”, decía con sentido del humor Perla Gómez. Pero para eso quería que sus alumnos conocieran los principios fundamentales del derecho y la libertad de expresión. “La libertad de expresión tampoco nos hace inmunes; hay que cuidar lo qué se dice y cómo se dice”. Doctora en derecho por la UNAM ha puesto todos sus conocimientos al servicio gratuito por la defensa de periodistas. Por Miguel Ángel Granados Chapa no sólo ofreció horas inagotables ante los tribunales sino que sentía una profunda admiración. Su filosofía es que al dar la cara por los comunicadores pone su granito de arena hacía la consolidación democrática. Tiene una mirada teleférica que le permite anticiparse a los casos que sirven para sentar precedentes en favor de la libertad de expresión. Ahora que se ha convertido en la primera mujer en ocupar la titularidad de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal tiene enfrente una problemática de esas que le indignan y sobre la que autoridades de gobierno se han quedado calladas. Artículo 19, organismo que defiende la libertad de expresión, documentó 46 ataques a periodistas tan sólo en la marcha del 2 de octubre, que puso al descubierto la existencia de nuevos halcones [policías infiltrados vestidos de civil]. Estos hombres mal encarados fueron captados cuando arrastraban y golpeaban a reporteros y a jóvenes que protestaban pacíficamente mientras otros tipos encapuchados acorralaban en total impunidad a policías uniformados a los que golpeaban con palos y piedras y hasta les lanzaban fuego. Quién sabe si sea casual, pero la criminalización de la protesta empezó desde el primer día en que el PRI volvió a Los Pinos y con cierta complicidad para aterrorizar a los que se atrevan a manifestarse en las calles, el gobierno de la ciudad de México conduce la operación equivocada: dejar en plena libertad a los vándalos que son captados por las televisoras desprestigiando las movilizaciones. La congruencia de Gómez debería conducirla de manera natural y de inmediato a tomar este tema con la contundencia y determinación que a ella le caracteriza y de la que su antecesor poco habló. Tras su nombramiento la profesora Perla, dueña en la biblioteca de su casa de una colección de más de 350 libros relacionados a la libertad de expresión, se fue a decir adiós a sus alumnos de la Septién, también de la UNAM y la UAM, ante quienes solía usar el sarcasmo y humor negro para revelar las inconsistencia del sistema de justicia. “No se dejen chavos. Hay leyes y tienen que aplicarse”, les dijo a manera de despedida como solía hacerlo casi siempre al final de cada clase. Mientras se acomoda en sus nuevas oficinas, la ombudsman que gusta de la birria, los tacos de cochinita y las tortas hawaianas, mandó a quitar la cafetera de su oficina para transferirla al área de recepción y vigilantes, y entre funcionarios del despacho general hizo la cooperacha para hacerse de una nueva. Le preguntó a los choferes de la Comisión que si alguien pagaba los trajes con los que desde otras administraciones estaban obligados a presentarse y como se enteró que los mismos empleados tienen que comprarlos con su dinero les permitió ir al trabajo con ropa casual. La además autora de libros como Manual para periodistas; Filosofía del Derecho; El IFAI y la calidad jurídica de sus decisiones; Derecho de Acceso a la Información Pública en México y Libertad de Expresión, Protección y Responsabilidades, empieza su papel de presidenta de la CDHDF con el beneficio de la duda a pesar de las criticas que pesan en su contra por la simpatía que tiene por el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.
(ALEJANDRO SÁNCHEZ)