Por Ángela Molina
Lxs chilangxs pasan un promedio de tres horas diarias en línea, una actividad que, aunque parece inofensiva, deja una huella de carbono significativa
En la Ciudad de México la vida diaria transcurre al ritmo frenético de las notificaciones, los correos electrónicos y el consumo constante de contenido digital. Con una población de más de nueve millones de habitantes y una conectividad cada vez más alta, la capital del país se ha convertido en un referente de la sociedad digital en América Latina. Sin embargo, hay un costo detrás de esa conectividad constante que pocos consideran: la contaminación digital.
Nuestra ciudad es uno de los centros urbanos más conectados de América Latina. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) de 2023, el 89.5% de los hogares en la CDMX tienen internet, lo que equivale a más de ocho millones de personas activamente conectadas.
Además, en toda la capital existen 34 mil puntos de wifi gratuito con hasta 1.1 millones de usuarios simultáneos. Esta conectividad se traduce en un consumo cada vez mayor de datos, un aumento en el uso de servicios en la nube y, por supuesto, un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la infraestructura que sostiene la web.
El doctor Guillermo Murray, investigador del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM, señala que uno de los principales responsables de esta contaminación son los centros de datos. Estos centros, que almacenan y procesan millones de datos al día, requieren grandes cantidades de electricidad para funcionar, un recurso que en muchos casos proviene de fuentes no renovables.
“Todos los servidores de almacenamiento de datos necesitan tener una temperatura constante, porque al estar transmitiendo energía se calientan, entonces hay que mantenerlos fríos y eso cuesta mucha electricidad. Cualquiera que haya puesto un aire acondicionado en su casa, sabe lo caro que es mantenerlo”, explica el doctor Murray.
Realizar el cálculo preciso de las emisiones de carbono generadas por el almacenamiento y procesamiento digital resulta complejo, en gran parte porque muchas empresas compensan sus emisiones mediante la compra de bonos de carbono.
“Cuando les descuentan las emisiones que están pagando en bonos de carbono, en realidad es mucho más, hasta tres veces más. El último estimado dice que el 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen de los grandes centros de datos”, destaca el especialista.
La huella de carbono de cada actividad digital, aunque no es visible, tiene un impacto directo en el cambio climático, sobre todo en una ciudad que ya enfrenta retos ambientales como la calidad del aire y la gestión de residuos.
En este contexto, la contaminación digital no sólo afecta al ambiente global, sino que se convierte en un factor importante dentro del panorama ecológico de la Ciudad de México, donde las emisiones de CO2 superan los siete millones de toneladas anualmente, según datos del Sistema de Monitoreo Atmosférico de la Ciudad de México (SIMAT).
¿Cuánto contamina cada minuto que pasamos en línea?
El consumo de contenido digital está en su punto más alto. Cada vez consumimos más videos y menos letras, demandamos mejor calidad, rapidez y accesibilidad. En la Ciudad de México, se estima que el tiempo promedio diario de consumo de video en plataformas es de tres horas, según la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales (ENCCA), lo que se traduce en millones de horas de contenido transmitido cada día.
Aunque calcular con precisión la huella de carbono de cada minuto en internet puede ser complicado, se estima que una hora de transmisión genera, en promedio, 55 gramos de dióxido de carbono (gCO2). Esto equivale a preparar cuatro bolsas de palomitas en el microondas o hervir agua tres veces en una tetera eléctrica en el Reino Unido.
En reportes previos, la cifra era significativamente mayor: se hablaba de 3,200 gCO2 por hora, lo que sería comparable a cocinar 200 bolsas de palomitas en el microondas, según el último informe de Netflix.
Una responsabilidad compartida
Si bien los usuarios debemos de ser conscientes de la huella que dejamos al interactuar con el mundo digital e intentar reducir el uso excesivo de datos, elegir plataformas que promuevan energías renovables y gestionar de manera responsable los dispositivos electrónicos, también es fundamental exigir a las empresas tecnológicas, tanto nacionales como internacionales, la adopción de prácticas más sostenibles para reducir la contaminación digital.
Entre estas medidas destacan la diversificación de los centros de datos para minimizar la necesidad de extensos cableados, su ubicación en regiones frías para reducir el consumo energético destinado al enfriamiento, y, por supuesto, la transición hacia el uso de energías renovables como fuente principal de electricidad.
“Todas las empresas deben presentar un plan de desarrollo sostenible, entonces yo creo que vamos a ver cada vez más una disminución de las emisiones de carbono por los grandes centros de datos… Creo que va haber una alza en 10 años más y de ahí vamos a ver que esto va para abajo, no se puede detener la tendencia de crecimiento ahorita pero tampoco va a ser así para siempre porque la misma sociedad lo está demandando”, asegura Murray.